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Molly

Amanece y mis deseos de salir fuera de la cama son nulos, mi mente se aferra a las crudas palabras de mi esposo.

«No deseo nada más, con ustedes lo tengo todo»

Y aunque quizá en otro momento me hubiese parecido lo más romántico del mundo, esta vez sabe diferente. Porque jamás pensé que esa fuese su respuesta.

El "no deseo nada más" taladra mis sesos y se repite constantemente, haciendo pesar la idea de que rechace su próximo bebé en camino.

Trago grueso cuando los deseos de llorar escuecen mis ojos. Me sorbo la nariz para no despertarle. Está aferrado a mi espalda con una de sus manos en mis tetas.

Siempre amanece así, en las noches lo siento magrearlas completamente dormido. Realmente tiene un fetiche intenso con ellas.

Me pongo de pie para no despertarle y voy directo al baño. Dentro lloro por todo lo acumulado.

«¿Qué haré cuando le cuente de mi embarazo? ¿Me dejará por eso?»

Me ducho y salgo fuera, aún está dormido cuando paso frente a la cama.

—¿Por qué sales tan temprano de la cama nena? —murmura con voz soñolienta.

Me giro en su dirección y mis ojos se cristalizan. Solo tengo ganas de que me abrace y me sonría mientras le cuento sobre mi embarazo.

—¿Estás bien? —pregunta incorporándose en la cama al ver mi rostro.

Sé que no podré ocultarlo por mucho. Él me conoce y aunque le diga mil veces que estoy bien, seguirá insistiendo hasta saber que sucede en verdad.

—Solo pienso en mis padres, ya hace un mes de la muerte de papá  —hablo  y cuando lo recuerdo un nudo se me hace en la garganta.

Las lágrimas no logro contenerlas. Comienzo a sollozar por su recuerdo, porque ya no podré llamarlo, ya no escucharé más su voz. Y duele joder.

Las manos de mi esposo me jalan a él. Me siento en sus piernas y me hago un ovillo envuelta en su cuerpo. Suelto todo lo que tengo dentro. Porque mi Tohbías me hace sentir segura.

Su mano me calma dándome leves toques en la cabeza hasta que al pasar los minutos me recompongo.

—Lo siento nena, estoy solucionando las cosas. El culpable pagará —declara lleno de seguridad pero solo lo abrazo.

Quisiera pasar mi vida entera así, en sus brazos.

Me besa en las mejillas y lo dejo. Me incorporo de pie en el suelo limpiándome las lágrimas.

—Duerme un rato más —añade y niego.

—Debo hacer el desayuno —digo bajito aunque muero por seguir durmiendo.

—Llamo a Maddison y ella se encarga, no tienes por qué hacer eso tú —increpa serio.

—Me gusta hacer cosas, aparte de que no puedo salir de casa. Me aburriré sino hago algo.

AtándonosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora