Final

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Llegado hasta aquí quiero agradeceros por todo su apoyo y paciencia.
❤️
Narrador


Las palabras de Malcolm aún desesperan más a Tohbías. Tuvo que dejar ir a la hija de puta batallando con todo su autodominio para no clavarle un tiro en la frente.

Por una parte está realmente estupefacto por la noticia del embarazo, es realmente un embarazo normal. Pero la felicidad por eso ahora mismo no llega a sus ojos.

Aún no procesa todo lo que está sucediendo. Una mala sensación le deja un sabor amargo en la boca cuando pasados tres minutos estancado, parado sin decir nada al dejar ir a la desgracia, ahora sale corriendo.

Marca de forma rápida el número de Marco.

—Dime que tienes algo de la ubicación —más que una afirmación es una súplica.

El silencio se extiende desempernándolo más.

—Lo siento Tohbías.

El pelirrojo maldice una y tres mil veces el que Molly se haya quitado esos colgantes que tanto le reitero no quitarse.

Sigue de largo montándose en el primer auto que ve. Acelera pisando fuerte, notando el sudor correr por su frente aunque no hace calor. La ansiedad lo recorre y todo va subiéndole grados a su impotencia.

Al cabo de media hora llega a la mansión de su padre. Baja de forma rápida. Entra dirigiéndose directamente al despacho donde comúnmente está.

Para su sorpresa está con Travis Richmond y dos senadores más. Sin reparos, sin dilatación va hasta donde su padre sintiendo la mirada de todos en él.

El rostro de Reinald está contraído por la sorpresa. Su hijo lo toma del cuello del traje y lo pone de pie empujándolo contra el librero.

—¿Dónde carajos la tienen? —le grita.

Su padre no entiende de qué habla. No sabe a qué se refiere, nota a su hijo más distante pero no sabe por qué.

—¿Quién? —intenta decir pero su cara es golpeada por Tohbías.

Todos los presentes se ponen de pie dando pasos para largarse, no quieren presenciar tal agravio familiar.

—Tu también te quedas maldito gilipollas —ordena el pelirrojo a Travis.

El sujeto mencionado casi tiembla al ver al espeso de su ex nuera de esta forma tan descontrolada.

—¿Dónde está maldita sea? —vuelve a preguntarle a su padre que está tocando su labio partido.

—Sino me dices quién, no puedo ayudarte —aclara Reinald manteniendo un tono neutral.

La rabia hace ebullición en la sangre de Tohbías, las ganas de matar, de golpear y de quemar la puñetera cuidad lo invaden.

—No voy a volver a repetirlo desgraciado. Tú sabes todo, tú eres la rata que se ha prestado para el jodido plan de acabar con mi familia. Mi maldito padre que eres, me traicionas con estas escorias —le reclama Tohbías a Reinald para luego señalar a Travis, que cada vez entiende menos la situación.

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