Capítulo 32

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Alana estaba sentada en el sofá, reflexionando sobre todo lo que le estaba ocurriendo, cuando Sindy llegó con su habitual algarabía.

— ¡Ya estoy aquí! — anunció Sindy con una voz cantarina.

Alana se levantó de su asiento y fue a su encuentro de inmediato.

— Hola — la saludó en tono serio.

La rubia dejó su cartera y su móvil en la mesa y le dijo:

— Mientras venía hacia acá, se me ocurrieron unas ideas muy interesantes que puedes utilizar esta noche — soltó emocionada — todavía me queda un tiempo para hablar antes de empezar a empacar.

— Quiero hablar contigo, pero no es acerca de Bryan, sino de ti y de mí. Seré breve.

Sindy sonrió.

— Cuéntame, soy toda oídos.

Alana la miró con cierto pesar, pero luego habló:

— Tengo una pregunta que me está carcomiendo desde hace varios días, y la única que tiene la respuesta eres tú.

— ¿Qué será? — Preguntó Sindy con curiosidad.

Alana caminó alrededor de ella y comenzó a hablar.

— Sindy Brown, mi amiga de toda la vida. Hemos tenido cientos de vivencias juntas, desde nuestra infancia. Tengo recuerdos tan vívidos en mi mente, como esas noches en que entrabas en mi habitación muerta de miedo y llorando. Te acostabas en mi cama, y yo te contaba las historias que mi madre me narraba antes de dormirme... Casi de inmediato dejabas de llorar y comenzabas a reír, y todo tu miedo se disipaba.

Sindy la miraba confundida mientras Alana seguía hablando:

— Recuerdo cuando éramos adolescentes, el peso de lo que estabas viviendo era tan fuerte que intentaste sucumbir… Pero no te dejé. Estuve ahí, luchando junto a ti, llorando y sufriendo con tus penas... Recuerdo cómo pasábamos noches enteras, despiertas viendo películas porque a ti te gustaban, y aunque yo tenía mucho sueño, no cedía porque eso te hacía feliz... Eso es la amistad, y para mí, tu amistad era especial, inalterable e incuestionable en mi vida.

— ¿Alys, a qué viene todo esto? — preguntó Sindy con cautela.

— Porque estas últimas noches, me he preguntado una y otra vez, ¿Qué tan grande es lo que ibas a recibir en la apuesta de Dylan y Bryan para que decidieras traicionarme de una manera tan vil y rastrera?

La rubia dio un respingo y la miró asustada.

— ¿Qué apuesta? — preguntó en un hilo de voz, pero luego se recompuso — yo no sé nada.

— No mientas — afirmó Alana enojada — escuché cuando le reclamabas a Dylan porque él pasaba de ti por la "Maldita apuesta". Esas fueron las palabras que usaste... escuché todo... ¿Dime qué ganabas tú en todo esto? Porque no puedo o no quiero pensar que esto lo hiciste tan solo por un retorcido morbo.

Sindy se tapó la cara con las manos y se sentó derrotada en el sofá. Ya no tenía escapatoria.

— Yo no participé en esa idea. Fue algo que surgió de ellos de forma repentina. Intenté advertirles que no lo hicieran. Día y noche le repetía a Dylan que estaba cometiendo un error, al igual que le decía a Bryan, pero ellos estaban empecinados, cada uno en ganar.

— No mientas —le increpó Alana elevando la voz — desde que llegamos a Nueva York y empezaste a dar los primeros pasos en tu carrera, cambiaste. La Sindy Brown de Boston desapareció para dar entrada a esta mujer que está enfrente de mí, una mujer que ahora desconozco. Crees que eres mejor que yo y has intentado meterme en ese molde de banalidad que yo aborrezco. Eras capaz de agobiarme día tras día para que yo me acostara con Bryan, a pesar de que sabías que todo era un juego, y querías lanzarme en los brazos de ese hombre despreciable, a pesar de que yo nunca había tenido ninguna experiencia sexual.

— Alys... —Dijo Sindy con la voz quebrada.

Pero Alana estaba indignada y no le permitió decir nada más, porque aún había cosas que necesitaba expresar:

— Estoy tan asqueada de todo esto, de ti, sobre todo de ti, porque tú eras mi hermana. Hubiera esperado esto de cualquiera, pero de ti nunca esperé que me clavaras esa puñalada.

Sindy no pudo defenderse, su conciencia la acusaba tan contundentemente como lo estaba haciendo Alana. Se tapó la cara con las manos nuevamente y comenzó a llorar.

— Perdóname — dijo sollozando — es verdad, he sido una mierda todo este tiempo contigo; tú, que eres la única que me comprende y me quiere a pesar de la basura que llevo encima. Es cierto, me he dejado llevar por la ambición, por lo que Bryan me ofreció… Soy una idiota, una imbécil que quiere brillar para decirle al mundo y a esa pequeña niña que hay dentro de mí que sí podemos triunfar a pesar de estar completamente rotas.

Alana, aunque afectada por las palabras de Sindy, no cedió y siguió expresando su punto de vista con firmeza:

— Tú no eres la única que ha pasado dificultades en esta vida —le respondió Alana con indignación — muchas personas han vivido horrores que ni siquiera tú y yo logramos imaginar, pero se han superado por sí mismas y han sido ejemplos para otros que pasan por lo mismo. No se quedan estancadas esperando lástima de los demás y menos arrasan todo por delante con la excusa de un pasado doloroso.

Sindy, visiblemente afectada, intentó justificarse:

— Para ti es fácil decirlo, tú no viviste toda esa mierda que yo viví, Alana. Tú naciste en un hogar con una madre maravillosa y un padre que te amaba. No tienes ni una maldita idea de lo que es crecer en el infierno en el que yo crecí —dijo Sindy, alterada por la discusión.
— ¡Basta de tus sucios chantajes! —Gritó Alana, su voz llena de furia. — ¡Me cansé, estoy harta! Cansada de tu desgastante y aplastante amistad. A partir de hoy, voy a imaginar que Sindy Brown, mi verdadera amiga, murió, porque esta mujer patética y superficial que tengo enfrente, no es ella.

Sindy intentó defenderse, con la voz quebrada por el arrepentimiento:

— Alana, sé que cometí un gravísimo error, pero estoy arrepentida... Tampoco es para que me trates de esa manera.

Alana soltó una carcajada llena de sarcasmo:

— ¿Tú estás arrepentida? —preguntó con cinismo — ¿Sabes? Lo que me molesta no es que creas que yo soy estúpida, sino que estés tan segura... ¿Tan arrepentida estás que hace pocos minutos me aconsejabas que esta noche no dejara escapar a Bryan porque estaba loco por mí?

Sindy, en un intento desesperado, mintió descaradamente:

— Es lo que él me decía, y yo le creí.

Alana no se dejó engañar y continuó con su acusación:

— Por favor, qué cínica eres... dime ¿Qué ganas tú en esto? ¿Dinero? ¿Un carro deportivo?

Sindy, al borde de las lágrimas, trató de explicarse:

— No gano nada, Alys, créeme. Yo traté de acabar con todo, pero no pude.

Alana no se detuvo y siguió revelando más verdades:

— Eres peor de lo que me imaginé, pero ¿sabes una cosa? La apuesta trajo consecuencias de las cuales creo que no estás enterada. ¿Sabías que Dylan, en su afán de no perder, llevó las cosas a otro nivel?

Sindy la miró confundida, sin entender a qué se refería. Alana aprovechó para lanzarle la bomba:

— ¿Qué quieres decir con que llevó las cosas a otro nivel? — Preguntó Sindy, secándose las lágrimas.
— ¿Tú qué crees? — preguntó con sarcasmo.
Alana dejó un momento de suspense antes de soltar la bomba que estalló en el rostro de Sindy.
— Se acostó conmigo.

APUESTA PROHIBIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora