Capítulo 14

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Londres

Al principio cuando Dylan comenzó a acercarse a Alana lo hizo con una sola intención joderle la vida a Bryan Duboin, ese era su único interés, pero esa chica de cabello negro y ojos azules, lo sorprendió, ella no era como la imaginaba, y todo empezó a joderse para él la noche que la llevó al Jane's Carausel.

En un principio ni siquiera entendió por qué la llevó allí, a su lugar, a su jodido refugio, al sitio a donde solía escapar cuando la superficialidad de su mundo lo desbordaba.

Una vez que estaban allí, comenzaron a hablar y ella se mostró tan diferente, tan sencilla, dulce; escucharla, hablar su pasión por lo que hacía, lo deslumbró, tuvo que reconocer que la puritana de la amiga de Sindy lo había cautivado.

A partir de aquella noche, las cosas no volvieron a hacer igual entre ellos.

Mientras que con Sindy ocurrió el efecto contrario, ella era una mujer preciosa, con su melena rubia, con unas piernas interminable, era coqueta y sabía cómo complacerlo en la cama, pero a medida que pasaban los días a ella se le fue olvidando los términos de la relación que tenían y se fue volviendo asfixiante y comenzó a demandarle cosas que él no le iba a dar y Dylan tenía la ligera sospecha que la rubia quería dar un paso hacia adelante en la relación algo que nunca ocurriría.

Dylan no era de los que se comprometía, no quería una vida de mierda como la de sus padres y mucho menos traer una criatura al mundo para después olvidarse de los deberes que eso conllevan, como le ocurrió a él cuando era un niño. Su padre jamás estuvo allí; de chiquillo veía, ese hombre era su puto héroe, pero ese héroe de fantasía prefería vivir en su oficina y generar grandes sumas de dinero, que pasar un par de horas con su único hijo. Por eso Dylan se juró a sí mismo que nunca haría algo así, por eso evitaba involucrase con ninguna mujer más allá del sexo, sus sentimientos, se encontraban bien resguardados o al menos eso creía.

La insistencia de Sindy ya lo estaba cansando, si todavía continuaba en esa relación era por la apuesta, para evitar que Bryan se acercara a Alana. Dylan no quería a ese imbécil cerca de ella, a eso Dylan atribuía el interés que sentía por Alana, ya que últimamente había crecido dentro de él una necesidad por ella, de escribirle, de escuchar su voz. Él no tenía ese tipo de atenciones con ninguna mujer, si lo hacía con ella, era por la apuesta, únicamente por eso.

Un buen día a Sindy se le metió en la cabeza ir a la casa de los Hamptons, y no dejaba en paz con ese tema, lo último que él deseaba era pasar una semana con ellas y sus tontas amigas, pero cuando ella nombró a Alana, ya no le pareció una idea tan descabellada y le concedió el deseo a la rubia. ¿Cómo sucedió? No lo sabía, era un misterio, pero aceptó ir a los Hamptons fue por Alana, solo por ella.

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La enemistad entre Bryan Duboin y Dylan comenzó desde el inicio en el momento que se conocieron, y es que el modelo de Gucci salía con una chica de la cual estaba locamente enamorado, tenía un par de años saliendo, por ese tiempo Bryan comenzaba a hacerse un nombre y ya las mejores marcas lo querían dentro de su plantilla, fue allí cuando apareció en la palestra Dylan, que sin mover un dedo, tan solo por su gran apellido, las marcas lo adoraron y de un día para otro se convirtió en el modelo mejor pagado de la industria y todas las mujeres comenzaron a delirar por él inclusive su linda novia, ella lo dejó para tener una aventura con Dylan, desde allí empezó la gran enemistad, ahora otra vez la disputa era por una mujer, pero esta vez la mujer era Alana y para Dylan ya no le era tan indiferente como al principio.

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Tenía que saber que Sindy no se quedaría tranquila y que su ambición era más grande que cualquier cosa, tanto así que no le importó invitar a Bryan Duboin a su propia casa, Dylan estaba furioso cuando se enteró dentro de su propiedad.

La ambición de Sindy era tan grande como la del imbécil de Bryan, eso lo comprobó cuando le pidió reforzar la apuesta, Dylan aceptó solo por la maliciosa idea de sacarlo de Manhattan y perderlo de su vista por un buen tiempo, pero no lo quería a Bryan ni un milímetro cerca de Alana, cada vez que los imaginaba juntos, su cabreo aumentaba considerablemente.

Los Hamptons era un lugar que a él no le gustaba, aquella enorme casa le recordaba a su padre y su falsa creencia que el dinero compraba la felicidad, por eso mandó a construir esa casa, no se sentía nada cómodo estando allí, lo asfixiaba por eso una vez que terminó de hablar con Bryan tuvo la necesidad de salir de allí o explotaría, fue en ese momento que vio a Alana en la playa con su cabello negro azotado por el viento con las mejillas sonrosadas, le pareció la mujer más linda que había visto en su vida, porque ella era sencilla, tierna, dulce sin ningún tipo de pretensiones y eso le estaba gustando más de la cuenta.

Estar a su lado lo calmaba, lo serenaba. Ese día en los Hamptons los pasaron juntos surfeando, visitando el faro, divirtiéndose, nunca había pasado tanto tiempo con una mujer y no recordaba haber tenido ese tipo de intimidad con alguna y menos que se divirtiera tanto sin que estuviera el sexo involucrado, aquello era una completa novedad para él.

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Verla hablar con Bryan le jodió la noche, Dylan de repente comenzó a sentir una rabia, un impulso desaforado que no había sentido antes, al ver como ella le sonreía a ese imbécil. Y aunque intentó dejar de mirarlos, no pudo concentrarse en otra cosa que no fueran ellos, todo su cuerpo se encontraba en tensión, quería partirle la cara a ese imbécil y apartarle de él. Pero se contuvo porque él no tenía ningún derecho sobre ella.

En un momento de la noche, se percató que Alana se encontraba bebiendo más de la cuenta, ella no se daba cuenta, pero eso era lo que Bryan quería, dejarla vulnerable para aprovecharse; en un momento que se quedó sola, sin pensar lo que hacía se acercó a ella y se la llevó a la casa, estaba tan ebria que a medio camino se desmayó, Dylan la cargó y la llevó a su habitación, la acostó en su cama y se quedó allí, sentado observándola con una ganas locas de tocarla, sintiendo como toda la rabia y la ira se disipaban poco a poco al verla allí, tan indefensa, tan hermosa, tan única.

Una vez que dejó a Alana en la seguridad de su recámara se fue a la suya, la diversión había terminado, pero se encontró que Sindy lo estaba esperando para tener sexo alocado y salvaje, pero por extraño que pareciera a Dylan esa noche no le apetecía acostarse con ella, y si era sincero consigo mismo, ya no se sentía tan atraído como antes por la rubia y es que así era su vida siempre, estaba con una mujer por un breve tiempo y ya luego perdía el interés, ninguna captaba su atención lo suficiente para intentar algo más.

Por eso se marchó, no se quedó allí en su habitación, sino que se fue a otro cuarto privado y allí se quedó todo lo que quedaba de noche.

APUESTA PROHIBIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora