Capítulo 34

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Nuestro amor era como un libro, pero desafortunadamente, su última página fue arrancada...

Una calle más abajo, alguien agarró su brazo con fuerza y la empujó hacia un callejón sin salida, aplastándola contra la pared. Alana soltó un gemido de dolor.

— Maldita zorra, no me vas a dejar en ridículo frente a todos —gritó el agresor—. Ya está colgada la noticia en el portal TMZ.

— Me alegro, así todos sabrán quién eres, escoria —respondió Alana con determinación.

— Vas a pagar por esto, por todas las veces que me has excitado y me has dejado con ganas. Te voy a tomar como la perra que eres, sin contemplaciones.

— Ni se te ocurra tocarme —advirtió Alana con calma, aunque su corazón latía frenéticamente.

— Estás a mi merced —se rio el hombre—. Nadie escuchará tus gritos ni tus gemidos aquí.

Agarrándola del pelo con una mano, Bryan intentó forzarla. A pesar del dolor, Alana luchó por soltarse, pero su agarre era firme. Con la otra mano, Bryan intentó deslizarla bajo su vestido. Alana forcejeó con él y logró que la soltara. En ese momento, él le agarró la cara y trató de besarla a la fuerza. Alana reaccionó mordiéndole el labio, haciendo que Bryan gritara de dolor.

— Eres una perra como todas las demás — la golpeó en la cara. — Voy a ganar esa apuesta como sea. — Se limpió la sangre con la mano.

Alana cayó de rodillas al suelo, y de su labio también comenzó a brotar sangre.

— Nunca vas a ganar, ya perdiste — ella no se amedrentó.

Duboin la agarró del pelo y levantó la mano para volver a golpearla, pero en ese momento, ella aprovechó la oportunidad para darle un rodillazo en su entrepierna.

Él gritó de dolor y se separó de ella.

— Mi padre me enseñó muy bien a librarme de basuras como tú.

Bryan se enderezó a pesar del dolor y volvió a tomarla del brazo para continuar el ataque, pero no vio venir a Dylan, quien en menos de dos segundos lo había derribado de un puñetazo y se abalanzó sobre él para seguir golpeándolo.

— Pedazo de mierda, te mataré — rugió Gallagher mientras continuaba atacando al modelo en el rostro y el estómago.

Bryan balbuceó una disculpa.

— ¡En la cara no! — suplicaba el modelo de Gucci. — ¡En la cara no!

Lloriqueó como un cobarde, con la nariz rota, pero Dylan hacía caso omiso a sus súplicas y seguía arremetiendo con más fuerza.

A pesar de estar un poco aturdida, Alana corrió para separarlos. Apoyó una mano en el brazo de Dylan y lo apretó. En la mirada de Dylan había una determinación férrea de cumplir lo que había dicho.

— Suéltalo, por favor — le rogó ella, con los ojos llenos de súplica, y esa súplica en su mirada hizo que él se detuviera.

Bryan aprovechó ese descuido para zafarse, levantarse del suelo y escapar. Dylan se precipitó hacia él, como si quisiera atraparlo, pero la joven lo sujetó con ambas manos.

Dylan volvió a fijar su mirada en ella.

— Debí haberlo matado— dijo él mientras limpiaba la sangre del labio de la joven y enjugaba las lágrimas que comenzaron a brotar. — ¿No llegué a tiempo? ¿Te hizo algo más?

Ella negó con la cabeza.

— Estoy bien — contestó en un murmullo.

Dylan la abrazó con fuerza, decidido a no soltarla nunca más. Ella sollozó entre sus brazos y cuando se calmó, se separó de él.

APUESTA PROHIBIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora