Capítulo 36

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La verdad...

Una vez adentro y más calmada, Alana le rogó a Jeff que saliera por la otra entrada. Le pidió disculpas por la escena que acababa de presenciar y le prometió que cuando llegara a casa, le explicaría lo que estaba pasando. Jeff se negaba a dejarla sola hasta que se sincerara. Al final accedió a marcharse.

Minutos después, Alana comenzó a trabajar. Estaba realizando una cura en un paciente que había sufrido una quemadura de primer grado cuando una de sus compañeras la informó que tenía una visita. La colega se ofreció a terminar de atender al paciente para que Alana pudiera ausentarse.

— ¿Qué haces aquí? — preguntó Alana al ver a Dylan frente a ella. Miró a su alrededor, no quería crear un escándalo en su lugar de trabajo, por lo que caminó hacia una pequeña sala de visitas que en ese momento estaba vacía.

— Vamos a hablar de una vez, y no acepto un no por respuesta — le dijo él una vez que ella cerró la puerta.

— Todo quedó muy claro la última vez, así que no le veo sentido a que estés aquí.

— Hay algo que tú ignoras.

— Por favor, no intentes engañarme de nuevo. Me imagino que te has divertido a costa mía, Sindy y tú deben haberse burlado de mí y de lo ingenua que fui al creer en ti.

— Ya es suficiente, Alana. Yo me equivoqué, lo admito, y créeme que he aprendido la lección, pero no me he acostado con Sindy ni con ninguna otra persona.

— Dylan, por favor vete. No me interesa seguir escuchándote. Eres libre de hacer con tu vida lo que te dé la gana, al igual que yo también soy libre de hacer con la mía lo que quiera.

— ¿Qué estás insinuando?

— Estoy insinuando que soy libre de buscar a un hombre que me haga sentir segura. Tú eres un excelente amante y eres muy atractivo, pero nuestros mundos son muy diferentes y necesito a alguien que me respete, me valore y cuando yo me dé la vuelta, no me esté engañando con la primera persona que se le cruce en el camino.

Dylan se abalanzó sobre ella y la empujó contra la pared.

— ¿Alguien como Jeff?

— ¿Por qué no?

— Eres mía, Alana. Tú eres completamente mía.

— Suéltame.

— No te voy a soltar hasta que me escuches de una jodida vez... El día que fui a ver a Sindy pasó algo grave, pero di mi palabra de que no diría nada. Hice un trato que hoy se cumplió, y por eso estoy aquí, para que sepas la otra parte de la historia, y si después de eso no me crees, aceptaré que te perdí, me iré y no me cruzaré más en tu camino. — Él se separó solo un poco de ella — Cuando regresamos de Los Ángeles, recibí una llamada de ella en la que me pedía que nos reuniéramos. Quería... ya sabes, que estuviéramos juntos como antes. Yo accedí, pero no para acostarme con ella, sino para poner fin a lo que teníamos.

Dylan pasó una mano por su cabello y comenzó a narrar lo que sucedió ese día en el apartamento de Sindy:

— ¿Qué estás diciendo? — preguntó Sindy, con los ojos llenos de lágrimas.

— Lo que escuchaste, Sindy, lo nuestro se acabó.

Sindy se llevó las manos a la cara y suspiró profundamente, tratando de mantener la compostura.

— ¡No puedes hacerme esto! Teníamos planes... Teníamos un bello futuro por delante.

— ¿De qué estás hablando? — inquirí, incrédulo — Lo que tú y yo tuvimos en algún momento fue solo sexo, y lo sabes. Si duró un poco más de tiempo, fue por otras circunstancias que no pienso discutir contigo.

APUESTA PROHIBIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora