Capítulo 5

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La apuesta

Dylan estaba aturdido y furioso. La mosquita muerta con aires de santa con cara de no quebrar un plato, pero cuando se daba la media vuelta quebraba la vajilla entera, lo había abofeteado.

Cuando la vio por primera vez, no la consideró un regalo para la vista, pero si le pareció agradable con su piel pálida, sus bonitos y enormes ojos azules, el cabello negro largo y oscuro hasta la mitad de la espalda. Con unas buenas piernas y un culo bonito, pero cuando abrió la boca lo jodió todo con su antipatía. Sindy le había comentado de lo snob que era.

— ¿Es lesbiana? — le preguntó él.

— No es lesbiana, simplemente está concentrada en su carrera y me imagino que espera para su vida un nerd de esos con quien estudia, nada que ver con hombres de nuestro medio... me soporta a mí porque soy su mejor amiga.

Quizás antes, en otro tiempo, cuando no tenía experiencias con las mujeres se la hubiera tirado de buena gana, pero ahora tenía claro lo que quería y lo que le gustaba, no perdía su tiempo con ese tipo de mujeres. En cambio, La relación con Sindy le fascinaba, es la relación que todo hombre soltero desea tener, ella era práctica, astuta, ambiciosa y una auténtica diabla en la cama, no deseaba una atención exclusiva y solo quería disfrutar al igual que él. El único defecto que le encontraba a su hermosa rubia era su amiguita.

Al enterarse de que saldrían con ella, inmediatamente se le amargó la noche. La ácida mujer casi siempre lo miraba de una manera extraña, luego fruncía el ceño y se alejaba de él como si tuviera la peste. Por eso, ya cansado de su actitud displicente, decidió ignorarla por completo.

Para terminar de arruinar su noche, Sindy decidió invitar Bryan Duboin, un tipo que cada vez que podía le jodía la vida, y es que el muy cabrón no soportaba que él lo superara en todo. Lo único que valió la pena de aquella salida fue ver a Duboin interesado en la mosquita muerta. Esta vez él no tenía que hacer nada para desquitarse de Bryan porque el mismo se estaba jodiendo solito y es que pretender follar con esa mujer era ya un verdadero castigo.

— ¿Y Alana dónde está? — Preguntó Sindy.

— Se ha ido — dijo él en tono indiferente y desenfadado, era todo lo que iba a revelarle, porque lo que acababa de ocurrir entre ellos se lo guardaría.

— ¿Y por qué? — la pregunta provino de Bryan.

— No lo sé, ¿tengo cara de niñera?

— ¡Maldita sea! — maldijo Duboin entre dientes. — Coño Sindy eso no fue lo que acordamos.

— No entiendo por qué se ha ido, ella estaba bien, al menos no se había quejado.

— Eres un imbécil, si crees que vas a conseguir algo más con esa mojigata.

— ¿Y tú qué coño vas a saber? — Preguntó Bryan furioso.

— Dylan no hables así de Alana. — Lo amonestó Sindy.

Él hizo caso omiso.

— Esa tiene pinta de ser una calienta braguetas.

— Yo me la follo como que me llamo Bryan Duboin.

Dylan soltó una carcajada.

— Me gustaría verlo.

— ¿Quieres apostar?

— ¿A ustedes qué les pasa? Están hablando de mi amiga.

— Vamos preciosa, no me quites la diversión. — le susurró Dylan al oído.

APUESTA PROHIBIDADonde viven las historias. Descúbrelo ahora