Prólogo

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Su respiración era agitada.
Se incorporó rápidamente en la cama, sintiéndose más calmada al sentir el tacto de la suave cobija. Un relámpago iluminó por completo la habitación, el ruido estruendoso provoco un escalofrío en su cuerpo, el cual se encontraba empapado en sudor. Los recuerdos breves y fugaces sobre su pesadilla se proyectaban en su mente. Noches atrás, había pensado que finalmente se había librado de los impactantes recuerdos, se sentía muy incrédula por haber pensado eso.

Apoyó sus pies en el frío suelo, envolviéndose en su abrigo abierto. Se encaminó a la cocina al mismo tiempo que sus ojos se ajustaban a la oscuridad, sus latidos se habían calmado, pero aún se sentía angustiada, en peligro. Tomó un vaso y sirvió agua del fregadero, la tormenta parecía que no se detendría pronto, inclusive aumentaba con cada rayo, las gotas se estampaban contra las grandes ventanas y el viento rugía sin control. Junto al sofá de la sala pudo divisar a su viejo y amigable perro, era un pastor aleman que se caracterizaba por la punta de su oreja izquierda cortada y su energía. Solía ser de su hermano, quien lo había bautizado con el nombre Cop mientras vivían en la granja de su abuelos, era un amigo peludo que la había acompañado desde que él se había marchado a la Fuerza Aérea. Al ser tan atento, se percató rápidamente de la presencia de Claire en la sala, pasándola por alto al no ver peligro alguno.

No se sentía lo suficientemente aliviada para regresar a su habitación, muchos menos cuando el pequeño departamento se sentía más frío de lo normal, no sabía si era por su inquietud o por la aproximación del invierno a la ciudad. Otro trueno captó la atención de Claire, quien se acercó a la ventana contemplando los demás edificios de Nueva York, en su mente aún deambulaba su pesadilla, la isla Sejm.

Salir viva de ahí fue un milagro, aún recuerda cuando los doctores la llevaban apresuradamente en una camilla, una voz familiar la obligaba a estar despierta, se trataba de Barry Burton, ex compañero policía de su hermano y padre de su actual compañera, Moira Burton, a quien Claire la daba por muerta. Barry se dirigió a la isla en busca de explicaciones, donde encontró, entre tantas cosas, una pequeña de nombre Natalia que la ayudo a encontrar a su hija, sin vida y irreconocible. Claire no podía quedarse de brazos cruzados, por lo que no dudó en regresar a la isla y acabar con la culpable de todo, Alex Wesker. Todo había acabado, pero de igual forma, temía despertar nuevamente en esa asquerosa celda, y sobre todo, temía no poder salvar de nuevo a los demás.

Se encontraba tan sumergida en sus recuerdos que no escucho unos pasos aproximándose, solo se percató de su presencia cuando pronunciaron su nombre. Sherry era iluminada únicamente por los relámpagos, se veía incapaz de abrir por completo sus ojos y se mantenía de pie notoriamente adormecida.

—¿Que haces despierta?

—Eso mismo te pregunto, son las tres de la mañana—respondió entre un bostezo.

No se había percatado de la hora hasta ese momento, mucho menos de que Sherry se encontraba en el cuarto de visitas hasta el viernes por la tarde.

—La tormenta no me dejaba dormir.

—A mí tampoco.

La joven rubia se acercó a Claire y juntas contemplaron la vista. Desde que ambas se conocieron en Raccoon City establecieron un vínculo, a veces era como el de unas hermanas o mejores amigas, inclusive, en ocaciones, un lazo maternal salía a la luz cuando Sherry se encontraba en alguna misión para el gobierno. Era claro que podía confiar en ella, decirle la verdadera razón por la cual no podía dormir tranquila, confesarle que soñaba con el ataúd de Moira, pero sería traerle un problema, un conflicto interno que no tiene por qué tolerar. Claire la miró de reojo, vestía con su piyama prestado viejo de la universidad, que consistía en una camiseta de la banda Queen y un pantalón corto a juego, a pesar de casi tener 20 años, su rostro continuaba siendo el de una dulce niña, una la cual todavía quería proteger.

Haunt: Sangre y sacrificio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora