Capítulo 3:Un día productivo

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Corría con miedo, se sentía observada por el entorno que estaba consumiéndose
Gritaba el nombre de su compañera, quien iba detrás a toda velocidad. Estaban por escapar de todo ese caos, la cuenta regresiva de la explosión no las dejaba respirar, pero aún así tenían esperanza de sobrevivir.

Todo pasó tan rápido que, antes de poder girarse para verla, Moira grito "¡cuidado!" y la salvo de una muerte casi segura, pero ahora ella estaba atrapada.

—¡Moira!, te sacaré de ahí.

—¡No hay tiempo!, ¡lárgate!—exclamó aceptando su destino.

—¡No te dejare aquí!

No pudo hacer nada, los escombros se derrumbaron sobre ella y al instante se levantó como si un misil hubiera impactado en su pecho, sus ojos estaban llorosos, todo había sido una pesadilla, aunque más bien un recuerdo plasmado en un sueño.

Miró el despertador a su lado, eran las 8 de la mañana del martes. Los días habían pasado rápido curiosamente, lo más relativo había sido su visita al centro comercial. Se compró algunos pantalones, camisetas y camisas, seguía siendo poca ropa, y no era por casualidad, puesto que Leon la obligó a dejarlo pagar, a pesar de aclararle miles de veces que tenía su cuenta en el banco. Luego de la tarde de compras, fueron por un café, su conversación se basó en el sabor amargo de sus bebidas, aunque poco a poco fluyó hasta llegar a hablar sobre el trabajo del rubio y sus múltiples misiones. Se podía decir que habían progresado.

Limpio sus ojos antes de levantarse, se lavó la cara en el baño y vio su brazo, afortunadamente los cristales no habían dejado cicatrices, aunque aún seguía con pequeños indicios de haberse herido. Bajo las escaleras en piyama, planeaba desayunar y salir a correr con Leon, y lo incluía en sus planes por qué él la obligaba por su tonta regla.

Se sorprendió al no ver al agente, seguramente seguía durmiendo. Busco en el refrigerador ingredientes para un desayuno, puso la cafetera en marcha y empezó a preparar huevos fritos y tocino. No se nombraría así misma como la mejor chef, pero al probar su plato, sintió un pequeño orgullo por el agradable sabor.

Tomó asiento en la mesa, prendiendo el televisor para escuchar el noticiero de la mañana, era molesto ver que el edificio en llamas donde estuvo hace poco aún era noticia, aunque afortunadamente no la habían mencionado en las notas.

Escucho leves quejidos de sueño, y próximos a ellos, Leon bajaba las escaleras con su pantalón de piyama y ausencia de camiseta. Sus músculos eran marcados, no como Chris, pero seguía siendo un deleite para los ojos de cualquiera, incluyendo a Claire, quien no pudo evitar mirarlo.

—Buen día niña—saludo dirigiéndose al refrigerador.

—Buen día—respondió sonrojada sin saber el motivo—prepare el desayuno.

—Guau, me sorprendes—dijo viendo su plato sobre la isla de la cocina, acompañado por una taza de café.

Ambos comieron en silencio, enfocados en sus pensamientos y mirando la televisión.

—Hoy saldré a correr.

—Malas noticias, hoy es el viaje, no saldremos.

—Por favor, puedo caminar por este lugar sola, ¿hasta cuanto me trataras como una niña?—pregunto sería.

—Hasta que actúes como una mujer—respondió dedicándole una sonrisa, la cual no causó gracia—Hunnigan vendrá por la tarde, se quedarán ambas aquí, volveré por la noche.

—Ojalá no regreses—susurro para levantar su plato y lavarlo.

—Tienes razón, así no tendré que soportarte—se levantó de su lugar y se acercó a Claire, quedando frente a frente y arrinconándola contra la isla.

Haunt: Sangre y sacrificio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora