Camino con malestar entre los pasillos del fuerte del valle de la muerte, mi castillo. Mis pasos resuenan mientras mi gente ocupada en sus distintas labores intenta mantener su concentración al ver a quienes me siguen de cerca. No veo hacia atrás desde que emprendí camino hacia aquí, pero eso no hace que mi incomodidad y frustración mengüen, por el contrario, mi cabeza va a estallar. Hay tantas cosas en las que pensar, hay tanto por hacer y la vida parece ensañada con hacerme las cosas más que difíciles. Sé que en parte esto es mi culpa por muchos motivos, pero no creo que sea el mejor momento para que me ande castigando. No cuando puedo escuchar los estallidos de energía y los gritos de guerra del frente sur. No cuando todo está de cabeza.
Mis pasos me llevan casi de memoria por el lugar donde hace un par de meses me alce como reina en contra de todo. Ha pasado poco tiempo, aún hay mucho que estabilizar, pero no hay forma de que me pueda concentrar en eso en estos momentos. Dimitry y Kaxha ya deben estar aquí esperándome, pero antes debo asegurar a cierto rey imprudente. De verdad, es como si el destino jugara conmigo creyendo que no tengo nada más que hacer, pero de nada me sirve quejarme. Eso no ayuda a nada.
Una explosión se escucha cerca y Argus se asusta. Siento su mano tomar mi brazo con fuerza y suspiro con cansancio. Veo hacia uno de nuestros pequeños ventanales y le muestro el chorro de lava ardiente que va bajando gracias a los gases tóxicos acumulados en las profundidades de la lava. No es un ataque. Este castillo está construido a las riveras de un rio de lava proveniente de la sima de la agonía, así se le conoce a uno de los tantos volcanes activos de esta pequeña y hostil dimensión.
No lo veo a los ojos. Simplemente me suelto con cuidado de su agarre y retomo mi andar, sintiendo los suyos seguirme, al igual que los de las guerreras que me acompañan. Este castillo es enorme, pues sirve de vivienda a todo el aquelarre central, además de ser el centro de reuniones y rituales. Aquí también se resguarda todo lo importante, como las posiciones, los centros de curación y las distintas armas conductoras. Por su parte, las dos edificaciones a nuestros costados sirven de vivienda a los otros dos aquelarres, no sirven para nada más que eso, por eso son más pequeñas. Nuestras celdas están bajo tierra, más precisamente bajo el rio de lava, literalmente es el único lugar que puedo llamar impenetrable. Somos pocos, incluso entre mi gente, quienes podemos bajar a él.
Atravesar por completo el fuerte lleva su tiempo, aunque tenemos distintas formas para agilizar nuestro paso, pero Argus me detiene. Este castillo está construido por y para mi gente, es engañoso en esencia y embrujado para que todo aquel que no lleve nuestra sangre, y que tenga la mente débil, caiga en una ilusión que lo conducirá a su muerte. Por ello me tengo que asegurar de dejarlo en el mejor lugar, donde la magia de los hechizos que protegen el castillo no se sienta tan fuerte. Donde su mete no caiga tan fácilmente.
— Anastasia, ya están aquí... — Nibu, vestida con un simple pantalón de tela negro a juego con una camisa manga larga suelta del mismo color aparece tras girar en una esquina. — Vaya, pero miren a quien trajo nuestra reina.
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El reino de la bruja
FantasyLa historia continua. En medio de una de las más feroces guerras que han vivido los oscuros, Argus se ha quedo atrapado en la dimensión oscura bajo la protección de la mujer que dice amar. Mujer que parece ser la clave de todo. Mujer que se está jug...