Capítulo 8: Amargura

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Ser ambiciosa y no conformista

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Ser ambiciosa y no conformista. Esa maldita última frase de Romina se ha colado en lo más profundo de mí ser. Sus palabras poco a poco se filtran en mis pensamientos como un parásito rastrero que me desconcentra, que me aturden. Jamás había escuchado tales palabras. Por lo general, siempre oí de todos los que me han rodeado durante mi vida lo contrario. La palabra ambiciosa, de hecho, se ha utilizado en nuestra raza para denominar a aquellos quienes no promulgan a cabalidad con los valores que nos representan. Seres han llegado a ser llamados ambiciosos y claro, el legado Trasoqui encabeza la lista, por eso a mí siempre se me pidió lo contrario.

Mierda. Me voy a volver loca si le sigo dando vueltas al asunto. Mejor me quedo solo con la parte que hace referencia a los hombres, y ya. Si le sigo dando más vueltas al asunto, la extraña sensación que nace en mi pecho y se expande a mí estómago y a mi garganta crecerá hasta un punto inaguantable, tal como cuando era niña. Por eso me permito respirar profundamente mientras bajo las escaleras que me llevan a las celdas donde están recluidos Antuan y Loris.

El ambiente se siente pesado y ni hablar del calor que hace que todo mi cuerpo empiece a enjuagarse de sudor debajo de la armadura. Este lugar es sofocante, pero es de esperarse. El rio de la lava lo cubre inclemente, como un manto tortuoso que no cede terreno alguno.

Justo cuando termino de bajar la escalera haciendo que mis pasos resuenen por el lugar rocoso y húmedo, todo tiembla fuertemente y a lo lejos se escucha una de las explosiones. Es tan densa la lava que guarda dentro de sí demasiada energía que de alguna forma encuentra la manera de escapar. Cuando el suelo se estabiliza, no es mucho lo que tengo que caminar hasta llegar a la segunda celda a la derecha donde se encuentran ellos.

La escena es lúgubre, pero dentro de ella habita un aire peligroso de orgullo que no ha sido domado por las míseras condiciones del lugar. Los dos están tirados en el suelo, lejos de las paredes de la celda, quienes son las que más irradian calor. Sus torsos están desnudos, brillosos gracias al sudor, y por zonas mitificados por el polvo y la suciedad que los recubre. Antuan es el primero en verme, y sus ojos inclementes me atraviesan con una frialdad contradictoria con nuestro entorno. No dice nada, ni siquiera notifica de mi presencia a un derrotado Loris que en medio de sus sueños se queja y me maldice.

Apertum — La palabra sale como conductora y tras un destello verde la reja se destraba produciendo sonidos viejos y oxidados que hablan de sus longevos años en servicio a mi gente.

— Al fin. — se levanta de un salto Loris, pero al verme el rencor chispotea de sus ojos. — Tu, maldi...

— Terminas esa frase, y te dejo pudrir el resto de tu vida en esta celda, Loris. — sentencio entrando al lugar. — Soy tu reina y por última vez me tomo el trabajo de exigirte respeto.

Con rabia baja la cabeza mientras Antuan se queda acostado, viéndome de la misma manera, sin ánimos de levantarse.

— ¿Has venido a sacarnos?

El reino de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora