Capítulo 11: Buscando el control.

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La noche ha vuelto a caer y en ella se refleja mi realidad

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La noche ha vuelto a caer y en ella se refleja mi realidad. Completamente oscura, lluviosa y muy tormentosa. Simplemente armonizada por los estrepitosos truenos y los eléctricos relámpagos que aúllan alguna petición, una que ni se entender.

En medio de todo, con Dimitry nuevamente inconsciente, e invadida de una sensación extraña que me hace sentir que todo es irreal, trato de buscar un ancla que me saque de este bloqueo que me hace flotar en un rio sin inicio ni fin. En donde nada es completamente verídico. En donde nada tiene un completo sentido.

Quiero nadar, pero las tranquilas aguas en las que, apenas y floto, son tan pesadas que me imposibilitan moverme, entonces, dentro de mí nace la desesperación. Busco una salida, una solución. Trazo una ruta en mi mente, pero todo se queda ahí, en mi interior, porque mi cuerpo sigue flotando sin sentido y sin la posibilidad de hacer algo.

Pronto, cuando las puertas se abren y palabras van y vienen con noticias que esperaba, de alguna manera, apaciguaran mi situación, las aguas del río se cansan de sostenerme y me dejan hundir con una lentitud que no termina de representar ni un poco de lo que en realidad sucede, pero ahí estoy yo, sintiendo como la vida, el sentido, el rumbo y mucho más se me van escurriendo entre los dedos.

Mi boca se abre con un último aliento, mis pulmones se llenan de agua, mi corazón late desesperado, pero sigo completamente inmóvil sintiendo todo el peso del rio, mientras mis ojos se niegan a cerrarse. Siguen abiertos, buscando, buscando y buscando...

Cuando siento que es el fin, un zarandeo ansioso se hace pasar por ancla, y pronto salgo de aquel rio y... despierto.

— ¿Estas bien? — dice Kaxha llena de temor. — Yo sé que me confiaste la búsqueda de Argus, pero... No hay rastro, Ana. Lo siento. Yo... No pude encontrarlo.

Mi corazón, quien en vilo lo esperaba, deja sangrar otra herida, porque sí, su desaparición, o más bien su secuestro, también fue mi culpa.

— Pero no te preocupes, lo encontraré. — me asegura poniéndose más nerviosa, sin poder detener sus ojos que oscilan entre los míos y el grimorio que sostengo en mis manos abierto en la última página. — Solo volví para descansar un rato y seguir con la búsqueda... Todo estará bien, Ana.

— No. — al fin hablo, pero con el tono de voz más raro que alguna vez se me he escuchado. — No, Kaxha, no. Para que todo esto se solucione, nada puede estar bien. — me levanto de la silla. — Supongo que así debe ser.

— ¿De qué hablas?

No le contesto, simplemente hago que el grimorio desaparezca de mis manos como un manto de humo que se esparce y se disuelve, mientras al lado de mis pies crecen dos rosas negras.

— ¿Ana? — me pregunta temerosa, al ver uno de los nuevos trucos que aprendí.

— Descansa acá. — le señalo mi cama. — No quiero que este solo, y yo tengo algo que ir a hacer. Cuida de él, y si despierta... avísame.

El reino de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora