Capítulo 14: El ritmo que guía.

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Uno, dos, tres

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Uno, dos, tres. Lo siento, lo escucho.

Uno, dos, tres. Un ritmo constante, armónico y relajante. Un ritmo que invita, que llama, que incita. Un ritmo que no se pierde, que no brinda temor ni prisa.

No sé de donde viene, ni porque lo escucho en medio de tanta bruma, pero me aferro a él porque lo siento tan mío. Es como un llamado, o más bien un suplica, no sé bien; pero está ahí, y de alguna manera me anima a buscar una salida. A abrir las puertas, a ver de nuevo la vida.

No es fácil, pero no hay prisa. Poco a poco lo busco. Poco a poco soy más consiente de él, sintiéndolo más cerca algunas veces. Sintiéndolo alejarse algunas otras, como un símbolo que me hace retroceder y retomar mis pasos sin parar una y otra vez.

Avanzo o retrocedo, me pierdo y lo hallo. No sé muy bien cuanto llevo en esto, pero al fin me siento cerca, tanto que incluso podría jurar que lo puedo palpar en medio del adormecimiento que se extiendo por mi mano.

Está ahí y quiero agarrarlo. Quiero apretarlo, quero sentirlo por completo. Quiero verlo. Quiero reconocer mi premio por tanto esfuerzo, y aunque sé que mis fuerzas no me alcanzan, lucho tan solo por tomarlo, para que no pueda volver a perderse en la nada; para que no pueda volver a alejarse.

Pronto, una voz entrometida, molesta y contraria, intenta interrumpir su tranquila armonía.

No sé qué dice, no sé qué cuenta, pero quiera callarla. Quisiera alejarla, pero no puedo, y sin que yo lo quiera o la busque, esa voz se siente más cerca, más clara, y más, pero mucho más molesta.

— Te lo dije. — logro entender cuando algo cae sobre mi cara. — ¿Por qué mentiría?

Trato de aferrarme al relajante ritmo, negándome a despabilar por ese algo fresco y húmedo que se mueve por mi rostro, con golpecitos suaves y erráticos.

No es hasta que mi ritmo se pierde y se altera, que empiezo a despabilar en el final de la bruma oscura. El uno, dos, tres constante y relajante es reemplazado por un errático sonsonete que se escucha más fuerte, pero menos rítmico. Menos tranquilo.

— ¿También has despertado? — otra voz, mucho menos molesta se presenta y ya no encuentro marcha atrás.

— Está despertando. — esa voz. — Ana. Ana. Ana, ¿me escuchas?

Como si oírlo fuera lo último que necesitaba para poder abrir las puertas y ver de nuevo la vida turbia y oscura, en los tonos más insípido y pasivos de esta dimensión oscura. Me alcanzan al fin las fuerzas para abrir mis ojos quejumbrosos y desenfocados.

— Ya abrió los ojos. — nuevamente esa voz molesta. — Ya puedes quitártela de encima, ¿no crees?

— Cállate. — le ordena la otra voz, la menos molesta.

— Tú no me das órdenes.

Trato de enfocarlas. Trato de reconocer las portadoras, para así mandarlas a callar a ambas, pero no puedo. Mis ojos abiertos se mueven, lo sé, pero no es suficiente. La bruma borrosa se niega a ceder fácilmente, por lo que la nitidez tarda en llegar.

El reino de la brujaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora