Capítulo 23.

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CAPÍTULO 23.

—No lo sé Alice, es lindo, tierno y eso, pero...

—Dirás lo que siempre se dice «tengo miedo a que no sienta lo mismo» —llegamos a la cancha dónde los chicos de fútbol practicaban. Nos habíamos ido a por unas bebidas—. Te puedo asegurar que siente lo mismo.

—¿Siente lo mismo?

—Sí, siente lo mismo.

—Me refería a ¿qué es lo mismo?

—Te gusta, admítelo; te gusta un mellizo Lee.

Boté el aire por entre mis dientes pensado que decir. Miré los chicos haciendo pases o al menos eso parecía. Alan tenía su ceño fruncido por alguna razón seguramente concentración en el balón.

—Sí, me gusta —respondí aún con la vista en Alan. Fue imposible retener la sonrisa que se formaba cuando lo veía.

No fue capaz de agarrar el balón, por lo que pasó de largo más allá de él y tuvo que irse corriendo para tomarlo y volverlo a lanzar. Me miró sonriendo a pesar de todo, pero no era una sonrisa normal, casi se veía alegre por haber fallado en la atrapada.

—Eso ya lo sabía hace mucho. Estás enamorada y se nota que igualmente lo está Alan, nunca había visto esto en ti ¡Mi mejor amiga enamorada y tiene el chico a sus pies! —Reí divertida, aunque avergonzada porque no había hablado lo que se podría decir bajo.

—No diría que a mis pies. —Llevo la mano a su boca abierta y emitió un grito ahogado gracias a su mano.

—No has negado que estés enamorada —susurró y en respuesta me encogí de hombros.

—Tú estás enamorada del «otro mellizo Lee»

Se sonrojó. ¡Alicia Kantor se sonrojó!

—Sí, un poco solo que me da miedo...

—¡Has salido con el «tengo miedo»!

—No lo noté —se excusó.

Seguimos hablando hasta que el silbato del entrenador sonó.

Miramos como todos salían a prepararse para el partido, el último partido amistoso antes de los importantes, según lo que me había dicho Alan.

El partido comenzó aproximadamente a las seis menos quince de la tarde.

Pasé por muchos intentos de ataques al corazón currante el partido, especialmente cuando veía que Alan podría resultar lastimado. Me preocupaba por él y cuando pasaba esto o lo tumbaban podía asegurar que mi corazón no latía hasta que se levantaba. Me ejercitaba sin necesidad de hacer ejercicio por la manera en que mi corazón latía.

Ganaron y aunque no entendía nada del juego, era emocionante ver.

—Estamos dentro. —Alguien —no es difícil saber quién— cogió mi cintura y me levantó del suelo sacudiendo mi pequeño cuerpo.

Alice, con la estaba hablando mientras esperaba a Alan, nos sonrió cuando me bajó. No soltó mi cuerpo, solo cambió su agarre de mi cintura hacia mis hombros.

—Felicidades —dije, echando mi cabeza hacia atrás para mirarlo mejor.

Sonrió y agachó su cabeza para dejar un beso en mi mejilla. Me sonrojé sabiendo que Alice, y Trevor quien acababa de llegar, nos veían.

—¿Estás cansada? —me preguntó en un tono bajo.

—Sí, siento que he hecho más ejercicio que tú en el partido.

Lunas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora