Capítulo 48.

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CAPÍTULO 48.

Antes de ir a casa, mientras esperaba a Alan luego de su enfrentamiento, le pedí ayuda para organizar algo para Alan, para recompensar el día de su cumpleaños. Había propuesto hacerle una pequeña fiesta, pero ella me aseguró que sería mejor estar solos nosotros dos. Alan, según sus palabras, no necesitaba de sus amigos en ese momento, necesitaba de mí.

Pidió que dejara la mayor parte en sus manos para que yo pudiera estar más tiempo con Alan, lo cual acepté hacer.

Esa misma tarde tuvimos que mentir en cuanto llegamos a mi casa. Mi madre y mi hermana se habían puesto como locas al verme, y mi padre había acusado a Alan de haberlo hecho hasta que él le mostró las heridas que tenía en el torso. No se quitó las vendas que su madre le había puesto, pero sí despegó algunas para que mi padre notara que sí estaba herido.

Le habíamos dicho que había salido con Alice y un tipo me había golpeado cuando intentó robarme. Se suponía que habíamos salido en grupo, así que Alan se había preocupado y salido a buscarme. Como para nadie en mi familia era un secreto que él quería volver, no les había resultado extraño que resultáramos juntos de nuevo. Alan tuvo que apoyarme en la mentira para que no se notara que era una y no nos pusieran demasiado problema. Aun así, mi padre pidió hablar con Alan antes de que subiera a mi habitación.

Aaron, por otra parte, se había divertido cuando Alan se fijó en su presencia y se había devuelto para besarme. Su manera de marcar territorio también me causó gracia, por lo que había terminado riendo junto con Aaron de eso.

Le había dicho a Alan que subiera en cuanto mi padre terminara de hablar con él. Yo había subido a mi habitación para darme una ducha rápida.

Me miré en el espejo. El costado derecho de mi cuerpo era el que más lastimado estaba. Mi mejilla estaba hinchada y un moretón iba desde ella hasta mi ojo. Mi ceja estaba rota y mi labio partido, pero sin duda, lo peor era mi estómago y costillas, por todas las veces que me pegué allí.

Lo que más me impresionaba era que mi uña favorita, esa que nunca se quebraba, se había partido.

Me metí bajo el chorro de agua tibia, teniendo cuidado en no mojarme mi frente y cabello. Ya lo había hecho hacía unas horas.

Reí sola en la ducha al recordar cuando salí del baño y no encontraba más cosas que las de Alan. Tuve que cepillarme con su cepillo de dientes, usar su shampoo y desodorante. Aunque a él no le molestó en absoluto esto, al contrario, lo divirtió.

Para ser sincera, demoré un poco en la ducha, sin hacer nada, solo disfrutando de la manera en la que el agua caía en mi cuerpo con la temperatura adecuada.

Me encantaba cuando el agua corría libre, mucho más si llegaba a tocarme.

Salí del baño ya vestida, con mi cabello recogido en un moño que no apretaba mi cabello del todo, de otra manera, me daría un tremendo dolor de cabeza.

Encontré a Alan dormido en mi cama, o lo parecía, porque no sabía con exactitud si lo estaba.

Me acerqué a él esperando que reaccionara, pero no lo hizo, por lo que me metí en la cama, a su lado.

Nos acobijé con las frazadas de mi cama, que en la tarde del día anterior había dejado deshecha, y le di la espalda buscando comodidad sin estar envuelta en sus brazos.

Aunque no demoré en sentirlos rodear mi cintura y llevarme hacia él.

-Tienes que decirme lo que pensabas más temprano. -Volví a dar la vuelta para estar frente a él. Más temprano, en el auto, le había dicho que iba a proponerle algo, aunque no había tomado valentía para decírselo, lo solté sin más.

Lunas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora