CAPÍTULO 8.
—¡No, por favor!
—Solo dilo.
—No, suéltame.
—¡Te aprovechaste de mí! Es lo justo.
—No, ya por favor suéltame.
—Dilo.
—¡Está bien! ¡Acepto! —rio y se bajó de encima de mí.
Salí corriendo al baño cuando me soltó mientras él no dejaba de reír.
Mi vejiga iba a explotar por su manera de hacerme cosquillas.
—Esa es una manera muy cruel de torturar a las personas, además es la más usada —dije en cuanto salí del baño.
—Y la más efectiva también. Mañana paso por ti a las siete treinta, te llevaré a desayunar primero.
—¡Pero no quiero hacerlo! Me obligaste.
—Claro que no, siempre hubieras podido decir que no.
—Me estabas haciendo cosquillas, mi vejiga iba a explotar —reí—. Lo bueno de todo esto es que después de mañana no te meterás en mi vida ¿Verdad? Porque ese era el trato.
—Si en cuanto a eso... tenía los dedos cruzados cuando te lo dije, además te negaste a que mañana te llevara al instituto.
Se boca se abrió con indignación.
¿Qué es esto?
—Pero teníamos un trato.
—Trato que negaste a aceptar, te convencí por otros medios y no por mutuo acuerdo.
—Bien, vale. Me has engañado, pero no quiero que estés a mi alrededor, tan sólo mañana, ya te dije que lo haría así que no hay manera.
Frunció el entre cejo. Suponía que lo había herido y en algún sentido esa era la idea, no quería se metiera en mi vida más de lo necesario, así que debía decirle la verdad. Yo, ni siquiera queriéndolo, era alguien que se caracterizara por decir mentiras.
Miró su reloj y se levantó.
—Fue agradable el estar contigo... hasta que te pusiste con tu comportamiento... «esquizoide», pero ya me tengo que ir.
Se encaminó hacia la salida dejándome muy indignada.
¿Esquizoide? ¡No era esquizoide!
—Oh no ¿Cómo que esquizoide?
—Sí, ese trastorno de la personalidad que se caracteriza por la falta de interés en las relaciones sociales
—¡No soy esquizoide!
Volteó y me miró con una de sus cejas alzadas. Estaba enojado.
—¿No?
—No. Y no me llames loca puede que sea un poco solitaria y asocial... ¡Pero no esquizoide!
—Bien como tú digas, me tengo que ir.
Y caminó a su auto dejándome con mi boca abierta.
Cerré de un golpe la puerta enojada y, como lo dije, indignada.
Al llegar a mi cuarto de nuevo, resoplé. Miré hacia mi baño, decidiendo que hacer: me bañaría para intentar alejar la mala vibra que se había adueñado de mí.
Me desvestí y entre a la ducha, abrí el grifo esperando unos segundos antes de meterme bajo el agua. Liberé un poco de mi ira restregando mi cabello. Tenía la costumbre de buscar algún lugar en el que pueda darme un chapuzón, o dado el caso, donde el agua me mojara toda, si es que la ira era mucha.
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Lunas de hielo
Loup-garou¿Puede la verdad alejar al amor? Primer libro de la saga Cantos a la luna. 01/09/2020 #63 en Desamor entre 95,1k 01/09/2020 #4 en Relaciones entre 5k 16/09/2020 #25 en Desamor ente 95,4k Todos los derechos reservados. Esta obra se encuentra registra...