Capítulo 12.

9.2K 766 36
                                    

El aire dejó de transitar cuando su cuerpo se tensó casi imperceptiblemente para cualquiera que no estuviera al pendiente de su reacción.

—¿Qué? —Entrecerró sus ojos hacia mí como si lo que estuviera diciendo fuera una locura. Puede que lo fuera, sin embargo, sus pupilas dilatadas indicaban algo que, para mí, era todo lo contrario.

—Lo que escuchaste, no creo que estés sordo, me has escuchado muchas veces cuando hablo solo en susurros.

—Te escuché solo no me cabe en la cabeza lo que he escuchado.

—Sí, es algo descabellado, pero quiero saber qué piensas.

—Nada, no pienso nada ¿Qué es lo que tienes con Matt? —Cambió bruscamente de tema.

Ahora era mi turno de entrecerrar mis ojos hacia él.

—Eso no es de tu incumbencia, pero no, no tengo nada con Matt, si fuéramos algo no habría reaccionado de esa manera ni siquiera por una pelea.

—Pero te gusta.

—De nuevo, eso no te importa, pero no, no me gusta, me gustaba y creo que Alice me hizo el ahora innecesario favor de decirle en las vacaciones, pero yo no siento nada por él, ni siquiera interés, ahora no. Pero no estábamos de eso. Alan, y no cambies de nuevo el tema.

—De acuerdo, pero déjame preguntarte una última cosa ¿Por qué te besó?

—No lo sé, tampoco quiero saberlo.

—He escuchado que le gustas.

—¿Qué? —Lo miré.

—Escuché que...

—Sé lo que dijiste, pero no creo que eso sea cierto, digo, sí, quería tener algo con él hace... algún tiempo, pero nunca se mostró interesado...

—O no lo viste, las personas quieren ver lo que les conviene, tan solo puede que solo lo hayas querido como una simple ilusión y no te hayas dado cuenta de nada.

—Pareces mujer. —Torcí mis labios con algo de gracia.

—Te hice reír. —Sonrió orgulloso.

Pero yo no estaba riendo, tan solo sonriendo.

—No me reí.

—Pero quieres hacerlo, lo sé.

Y sí, me fue imposible no reírme porque al momento en el que terminó de hablar hizo una mueca de las que les hacían a los bebés para hacerlos reír.

—Payaso.

—Los payasos estamos para hacer reír. Ven vamos, esos macarrones deben estar fríos ahora. —Y dicho eso se levantó de su silla y tomó mi mano como la primera vez que salimos; protectoramente.

Tiró de mi mano hacia la caja donde estaba la hermana de Kiona.

Traté de soltar mi mano, pero él la llevó a su boca y, junto con las de él, sopla entre ellas y luego las frota calentándola entre las suyas y hacer lo mismo con mi otra mano para luego sonreírme.

—Estás fría —pero no puede responderle nada. Estaba enternecida por su gesto y por su sonrisa que, de lejos, la más tierna que me habían dedicado. Noté como sus mejillas se colorearon cuando apartó la mirada—. Vamos a pagar ahora para llevarte a tu casa.

Comenzó a caminar. Su brazo se posó encima de mis hombros, pude ver como por el rabillo de su ojo me miraba esperando que me alejara o algo parecido. Creo.

Pero no lo hice, simplemente no podía hacerlo por alguna razón.

Salimos del restaurante porque al parecer era más que un simple café.

Lunas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora