Capítulo 13.

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CAPÍTULO 13.

Refunfuñé al salir de mi casa. Alice no había contestado el celular, y tenía los minutos contados para irme a clases y llevar a tiempo. Tenía que irme caminando, porque no podía esperar a que un taxi llegara hasta mi casa para luego ir, además, no me gustaba faltar tanto a clases.

Si hubiera podido, habría tomado el transporte público, pero lamentablemente vivía lo suficiente lejos como para que las rutas no pasaran seguido por allí, porque ni siquiera era la ruta principal para salir hacia la ciudad.

En momentos como ese deseaba no vivir tan lejos de toda civilización.

Llegué al instituto cansada, con mi frente húmeda y con mi nariz fría. Los días de invierno se estaban haciendo presentes. Como se notaba que en Blackthor el clima no era contante ni se guiaba por los meses.

Pero todo estaba increíblemente, sospechosamente, silencioso en todo el instituto. Sabía que había personas dentro porque la reja de entrada estaba abierta, dispuesta a permitir la entrada a cualquier persona.

—¿Qué haces aquí? —habló una voz conocida haciéndome saltar asustada, causando que, por poco, los escasos libros que llevaba en mis manos cayeran.

—Lo que hago siempre, estudiar —le respondí confundida.

—Abril, hoy tu no tenías que venir —jadeé y volteé a verlo. Estaba de broma ¿Verdad?

—¿Qué? ¿Por qué no me dijiste nada ayer? —lloriqueé y después fruncí mi frente— ¿Por qué no tienes camisa? —pregunté mirando su torso desnudo.

—Hoy son las admisiones a los equipos del colegio, solo vienen los que desean entrar ¿Quieres ser porrista y animarnos a los del equipo? —No se me pasó por alto el modo en que lo dijo, burlón, tampoco que habló incluyéndose a sí mismo en la oración.

—No es que muera por mover unos pompones y abrir mis piernas frente a todos, pero te felicito porque hayas logrado entrar en...

—Futbol americano. —Fruncí mi nariz.

—¿En serio? Ese deporte es muy brusco.

—Pero es lo que necesito y Axel me ha dicho que el entrenador es realmente bueno y necesito estar en forma siempre así que aquí estoy.

Tragué saliva.

—Aún no puedo entender porque no tienes camisa.

—Oh, claro —desarrugó la camisa que tenía en su mano y se la puso—. Lo siento, tenía calor y acabo de salir de las duchas.

Pero había algo que no iba bien y sentía la bilis escalar por mi garganta cuando me di cuenta que era.

Mi mordisco no estaba. Ni siquiera una marca que diera algún indicio de que había sucedido.

—Al... ¿Alan? ¿Qué demonios ha pasado en tu hombro? —Tomé aire deseando y a la vez no, escuchar su respuesta.

Sus ojos se mostraron sorprendidos por segundos, pero luego en ellos se posó una infinita calma que estaba segura era falsa.

¿Qué es lo que pasaba?

—¿Preguntas por qué el mordisco que me diste ayer ya no está?

Asentí tratando de ralentizar mi respiración, no queriendo que viera el miedo en mí.

—Sí.

—Mi hermana estaba probando nuevas técnicas de maquillaje, cuando vio la marca decidió que probaría algo conmigo y ahora me tienes así.

Lunas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora