Capítulo 41.

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CAPÍTULO 41.

-¡Claro que iré! Sería un honor acompañar a mi mejor amiga a su primer baile. - Metí la cuchara con el cereal a mi boca con desgana, mientras escuchaba a mi hermana y a Aaron hablar.

- ¡Genial! Sólo falta comprarte el vestido, pero eso podemos hacerlo en la tarde...

- No pienso salir hoy -interrumpí ganándome una mala miranda de ella.

-¡Mamá! Dile a Abril que vayamos al centro comercial.

-No puedo obligarla, si no quiere, no quiere. -Sonreí cuando escuché el grito de mamá.

-Oh, genial -susurró tirando la cuchara a su plato.

-¿Ves? No puedes obligarme -me burlé de ella llevando otra cucharada de cereal a mi boca.

Resopló y miró a Aaron.

-¿Tú puedes convencerla? -Negó con su cabeza comiendo de su emparedado.

-No, ha estado sensible estos días, no me arriesgaré a una rabieta incontenible de las que ella sabe hacer.

-Gracias por hacerme parecer amargada -dije parándome de mi asiento para llevar mi plato al lavaplatos.

-Mira, ya sé paró enojada. -Volteé a verlo como si lo que hubiera dicho fuera una broma.

-Estoy llevando esto -mostré el plato vacío- a la cocina -dije obviándolo.

-Pero sé que no volverás y en cambio te encerrarás en tu habitación para que no intentemos convencerte de salir. -Viré los ojos y seguí mi camino.

-Esa es una gran idea. Sigo cansada porque a alguien se le ocurrió despertarme a mitad de la madrugada y luego quitarme las cobijas dormido -mentí en esto último. De hecho. Aaron se mantenía muy quieto en la noche, a la hora de dormir.

-¿Dormiste con mi hija? -preguntó mi padre levantando la mirada de su portátil.

-Por favor, papá, duerme conmigo desde hace cuatro años. No seas paranoico. No sucederá nada... solo que al otro día me despertaré cansada por estar luchando contra el calor.

-¡No te quito nada! -protestó mi amigo.

-¿Y cómo lo sabes si estas dormido? -Cuestioné y ante su silencio sonreí-. Eso pensé.

Me acerqué a mi padre y besé su mejilla a modo de despedida. Pasé por el lado de mi hermana y Aaron, pero no les dije ni hice nada, solo seguí como si ellos no estuvieran allí.

Subí a mí habitación y me tiré a la cama. De verdad pensaba dormir un buen rato antes de hacer algunas cosas, como salir al jardín trasero y recostarme en la hierba mientras leí el libro que no había podido terminar.

-Oye, pensaba que bromeabas con lo de venir a dormir -me quejé saliendo del sueño, pero no hablé.

Enterré mi cabeza en la almohada buscando de nuevo el sueño

-Tienes que levantarte -solté un sonido de negación desde lo más profundo de mi garganta-, pero que perezosa estás... Oh... Préstame tu teléfono.

No dije nada, sabía que de todas maneras tomaría el móvil y lograría desbloquearlo.

Siempre lograba saberse las contraseñas de todos y de todo. Una gran ventaja cuando vas perdiendo el curso y sabes entrarte al sistema del colegio.

-Tienes un mensaje... de Alan-mi cuerpo reaccionó a una velocidad extrema y levanté mi cabeza de la almohada y cuando hice el amague de levantarme comenzó a reír- ¿Estás esperando un mensaje de él? Lamento decirte que era una broma, y de hecho, ni siquiera tendría por qué enviarte un mensaje, ese esa es cosa que te tocaría a ti hoy ¿No?

Lunas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora