Capítulo 4.

14.8K 1K 93
                                    


CAPÍTULO 4.

El día más temido por todos los estudiantes, hasta para aquellos que disfrutaban del instituto, llegó: El primer día de clases. Sabía que ese no sería mi día desde el momento en el que me levanté, me tropecé con las sábanas y por poco caigo de cara al suelo. En la ducha me pegué contra la puerta y me cayó shampoo en los ojos.

Preparé mi desayuno: un simple café con unas tostadas y mermelada. Alice pasaría por mí así que no tenía que apurarme para poder llegar; si iba caminando tardaría unos cuarenta y cinco minutos, aproximadamente, pero en el auto de Alice tardaría unos diez, eso porque ella manejaba como loca... o yo manejaba como viejita y veía la velocidad que tomaba mi amiga como algo demasiado rápido.

Al terminar subí de nuevo a mi cuarto, más precisamente a mi baño, para lavarme los dientes y esperar por Alice. Luego de unos minutos ella se hizo notar tocando el claxon de auto repetidas veces. Boté la pasta de dientes en el lavamanos y enjuagué mi boca, todo rápidamente para poder llegar al auto de mí mejor amiga sin sacarla de sus cabales.

Recordé, a último minuto, que había dejado mis llaves dentro. Pero, en el momento en el que me giré para evitar que la puerta se cerrara, lo hizo justo en mis narices.

Con frustración, le di una patada que hizo reír a Alice dentro del auto, aunque a mí no me causaba gracia. Para nada. De seguir así, seguro resultaría arrollada por un camión o algo parecido, me salvaría, pero al esquivarlo caería a un lago, donde moriría ahogada y sola.

Aunque eso no sería probable; vivía en Blackthorn desde mis diez años —a excepción de aquellos años que viví en la ciudad—, y sé que no hay ningún lago cerca, además, sé nadar. Pero lo del camión sí podría pasar.

—¿Vas a pegarle todo el día a la puerta? Si es así dímelo y me voy, no quiero llegar tarde el primer día de clases.

De mal humor seguí mi camino al auto. De seguro no me arrollaría un camión: me ahorcaría yo misma.

—Veo que no has tenido muy buen día —dijo Alice alegremente, confirmando que era un día grandioso para ella.

—No es el mejor de todos, pero supongo que días peores están por llegar.

Cerré la puerta de un portazo y abroché mi cinturón.

—Entonces, empezaremos este maravilloso día cantando a todo volumen. Te dejaré elegir, para que se te pase un poco el mal humor, te puedo dar mi copia de tus llaves por si las necesitas.

Salté en el asiento, entusiasmada, recordando que Alice tenía una copia de las llaves de mi casa.

—Te salvo la vida y me agradeces, buscaré otra mejor amiga —dijo con una mueca de dolor cómica—, por cierto, tienes la camisa al revés.

Hice una mueca mientras acomodaba mi camisa provechando que solo estamos Alice y yo en al auto.

Luego de eso, el viaje transcurrió en silencio, la música quedó en el olvido y el único sonido que se escuchaba dentro era el del pasar del viento entre las ranuras que quedaban entre los vidrios de las ventanas a medio cerrar.

***

Definitivamente, el día iba de mal a peor.

Separadas. Horarios diferentes. Miré ambas hojas en cada una de mis manos. El horario de Alice y el mío, pero eran completamente diferentes, algo que no había sucedido desde hacía muchos años.

Estaba casi que en un estado shock mientras veía los papeles. La voz de Alice, gritando y alegando que nos tenían que cambiar lo horario, se escuchaban lejanos. Hasta que reaccioné.

Lunas de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora