Lamelo, Edward +18

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El segundo día después de su llegada a la isla, cinco guardias fueron ejecutados en prisión.

Era un castigo por abusar sexualmente de un prisionero de la Emperatriz, pero los cargos debían mantenerse en secreto. Gracias a esto, se convirtió en un investigadora despiadada temida por todos.

Pero el verdadero problema fue que el preso drogadicto comenzó a hacerse daño.

—Oye, dame un antídoto.

—Lo estuvo ingiriendo durante un largo tiempo, por lo que tomar más cantidad de cualquier droga es peligroso.

—Entonces puedes atarlo hasta que el efecto desaparezca.

—Eso es…

La molestia rezumaba de mis manos mientras me ponía el uniforme. Jenna, la miró a los ojos y dijo todo lo que tenía que decir.

Nunca trató de ver al prisionero. No quería jugar con las astutas intenciones de la Emperatriz. ¿No sería bueno terminar la investigación sobre la muerte del noble y regresar a casa limpia?

pasos

—Tienes que ir a verlo.

—¡Mierda! ¡¿Qué tengo que hacer?!

Grité, pero no pude evitarlo. Presioné el último botón y salí de la habitación, y ella me siguió de cerca.

“Me salvaste en el mejor de los casos, entonces, ¿por qué te lastimas?”

Por supuesto que entiendo. Debe ser difícil aferrarse a los recuerdos de ser una esclava sexual.

 

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Si la Joven Duquesa no muestra 

interés incluso después de ver al hermano menor 

de Zephyr, no insistiré más.

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El príncipe Edward, el hermano gemelo de Zephyr.

La familia real de Avalon mató a un niño porque se considera desafortunado tener gemelos. Sin embargo, por alguna razón, el príncipe Edward escapó de la muerte y sobrevivió hasta los veintidós años. 

Debe haber sido porque el Príncipe Zephyr tenía un cuerpo débil cuando era joven y era muy arrogante cuando creció. Tener numerosas relaciones lo dejaron infértil, y la Emperatriz y el Emperador recordaron a Edward. 

Además, Cassandra odia a Zephyr, así que es de suponer que quieren que elijan así sea al segundo hijo. Todo esto se debió a la confianza que recibió. Pero era como una maldición para ella.

Los guardias que custodiaban el largo pasillo se estremecieron, evitando mi mirada. 

“¡Ah, no es como si solo matara a la gente así! ¡Esas mujeres insultaron al Príncipe! De todos modos, no pasa nada.”

En el largo pasillo, el sonido de mis pasos y los de Jenna y sus gemidos resonaban. A diferencia de Zephyr, que jadeaba obscenamente, era un sonido que de alguna manera evocaba una imaginación lasciva.