Él estaba ahí, con la flor en la mano...
Mis dedos temblaban al sostenerla, como si la fragilidad de los pétalos resonara con la vulnerabilidad que sentía en mi propia piel. Miré la flor con una extraña conexión, como si ese color blanco y su forma fueran un espejo que reflejaba la complejidad de mi ser.
En mi propia mente, me vi como una sombra errante en el rincón más oscuro de la existencia, caminando por senderos sinuosos. Aquella flor, símbolo de pureza y vida, parecía emerger en contraste con las sombras que oscurecían mi conciencia. Cada paso que daba sentía el peso insondable de lo que había hecho, la certeza de que había perdido mi derecho a ser considerado un ser vivo.
Las sombras que se cernían sobre mi conciencia murmuraban verdades amargas. La vida que fluía en mis venas, sostenida por la mano que sostenía la flor, parecía un eco distorsionado de lo que una vez fui. Me sentía como un espectro, como si hubiera dejado mi huella en el tejido mismo de la humanidad y me preguntaba, ¿cómo podía llamarme a mí mismo un ser de vida?
La sangre se deslizaba entre mis dedos...
Cayendo sobre los pétalos que yacían en suelo.
Sin embargo, mientras contemplaba la flor, un pensamiento emergió, como un rayo de luz en la penumbra de mis reflexiones. Cada atrocidad cometida, cada sombra que oscureció mi alma, se convirtió en un capítulo de mi historia personal. La oscuridad no era la negación de mi humanidad, sino el contraste que resaltaba la complejidad de mi ser.
A través de mis errores y pecados, emergió una comprensión renovada de quién era en realidad. No era un ser sin vida, sino uno que había experimentado la totalidad del espectro humano, desde los abismos más oscuros hasta las cumbres más elevadas de la emoción. Las sombras eran el telón de fondo de mi propia evolución, y las atrocidades, las páginas escritas en la crónica de mi existencia.
Y él, como un cuervo que se alimenta de los secretos más oscuros, se alzaba ante la fragilidad de la flor con una elegancia que desafiaba cualquier explicación lógica. Su presencia, más allá de la brutalidad de sus acciones, resonaba con la complejidad de un ser que abrazaba las sombras como su propio reino.
Su mano acariciaba mi mejilla, un toque frío que encendía una llama ardiente en mi interior. Cerré los ojos, dejándome envolver por esa sensación intensa, como si el mismísimo abismo hubiera desencadenado un fuego eterno dentro de mí.
Me arrodillaría ante él, como una ofrenda a lo profano. Mis ojos reflejarían una adoración desmedida, como si la locura misma hubiera tejido su telaraña en mi mente.
Moriría por él, no en un acto de desesperación, sino como una danza macabra entre la vida y la muerte. Sería su mártir, un sacrificio grotesco en el altar de su inquietante jardín. Mi sangre, una ofrenda líquida derramada con devoción, sellaría nuestro pacto en las páginas de la creación floral, donde cada pétalo es un testamento de mi lealtad sin igual.
¿Por qué?
creía que él era el mal, el infierno personificado, pero estaba equivocado.
Nunca fue él...
Siempre fui yo.
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ENTRE LIRIOS & SOMBRAS
RandomEn las sombras de Londres, Lyrik Everhart, dueño de una floristería, se enreda en un juego peligroso con Alexander Thornfield, un misterioso hombre. Entre flores y secretos, surge una atracción feroz. Alexander, atraído por Lyrik como lirios en la p...