CAPITULO 02: "Vida nictinastia"

20 4 0
                                    

La inusual llamada sobre los lirios blancos dejó mi mente inquieta. Esa noche, mientras cerraba la floristería, la sombra de la incertidumbre se aferraba a mis pensamientos. Al subir a mi habitación, decidí investigar más sobre ese pedido; tal vez, entre los papeles de los proveedores, marqué esa flor.

A decir verdad, hace mucho que no veo esa clase de flor. Era la favorita de mi mamá, lo recuerdo en cada instante porque es el único momento vivo que tengo de ella, sosteniendo y admirando aquella flor.

Sumergido en mi escritorio, rodeado de libros y papeles, busqué información sobre los lirios blancos. Tenía curiosidad, no lo negaré, y cualquier conexión que pudieran tener con la floristería. La luz tenue de la lámpara proyectaba sombras inquietantes sobre las páginas, mientras mi mente exploraba posibilidades.

Encontré referencias a los lirios blancos en diversos contextos: símbolos de pureza, paz y renovación.

—Pero, ¿por qué alguien enviaría lirios blancos a la floristería sin previo aviso? No hice ese pedido, estoy seguro.

La pregunta flotaba en el aire, sin respuesta clara.

Al día siguiente, la llegada de los lirios blancos a la tienda me mantenía ansioso. No paraba de pensar en ello, lo cual era estúpido de cierta forma.

A pesar de ello, no era solo eso en sí lo que me tenía palpitante, sino que no quería llegar tarde a clases. Vivo bastante lejos de aquí y debo caminar, la idea no me agradaba.

Mientras terminaba de alistar un pedido de claveles para mañana, ya tenía todo listo con el propito de salir corriendo a la universidad una vez llegaran esas flores. Cuadernos, lapiceros, libros y mis audífonos, todo estaba en ese bolso desgastado.

Cuando empacaba el ramo, los golpes en la puerta captaron mi atención. Miré a un hombre detrás de ella, sosteniendo una gran caja; mi vista giró al reloj: 07:00 p. m.

—Realmente son puntuales... —me dirigí hasta la puerta quitando el seguro para poder abrir, y una vez abierta, el hombre me recibió con una sonrisa.

—¿Lyrik Everhart? Aquí tiene su pedido —extendió sus brazos entregando la caja.

La agarre y la dejé adentro, y vaya que si pesaba. Di la vuelta regresando al sujeto de la puerta.

—Necesito que por favor firme esto. —me entregó un papel referente al envio de las flores.

Observé el documento y estaba claro, mis datos estaban reflejados ahí, sobre todo mi número de identidad. Tal vez, realmente sí hice ese pedido... ¿No?

—Mhm... aquí tiene. —entregué el papel firmado al repartidor y en ese momento me fijé en su ropa, por casualidad. No lo había notado, pero no traía uniforme y no era lo común, di un vistazo por detrás de su hombro y tampoco observé la camioneta característica de los proveedores.

Y mientras había pensamientos confusos en mi cabeza, que se reflejaban en mi rostro, el hombre habló.

—Eso sería todo, tenga una buena noche, señor Everhart. —sonrió, lo cual devolví con el mismo gesto.

Miré al hombre y no hacía ningún movimiento, él no se iba y yo no cerraba. Solo estaba ahí parado, con esa sonrisa a lo cual yo reaccioné.

—Amh...tenga usted buena noche. —cerré la puerta frente a su cara, y a través del vidrio de la misma, seguía ahí con esa maldita sonrisa.

Bajé el seguro de inmediato, de paso la persiana de la puerta, escondiéndome detrás de la misma. No voy a negar que mi actitud era de alguien asustado; el tipo era raro.

Me quedé un instante ahí, ni siquiera fue un minuto, cuando me asomé por la pared de vidrio de la tienda, y no había nadie ahí, se había esfumado.

—Ese tipo...dios mío, ¿qué té beben los británicos? —di un suspiro profundo, dándome cuenta de que me estaba perdiendo la primera clase por seguir aquí parado como tonto; ya tendría tiempo de revisar esas flores. Agarré mi bolso, me coloqué el saco y mi chaqueta, de paso el tapaboca, salí de la floristería literalmente corriendo.

Mientras caminaba hasta la universidad, no podía parar de pensar que esos lirios blancos, aunque enigmáticos, eran también una oportunidad de negocio. Tenía pensado arreglarlos cuidadosamente mañana. Confiaba en que su belleza desconcertante atraería a clientes curiosos. Después de todo, hacía mucho que no llegaba una nueva flor a la familia.

La idea de vender los lirios blancos se convirtió en un plan para compensar el desconcierto que habían traído a mi vida, referente al encuentro con ese hombre en especial.

El frío nocturno me envolvía, y opté por vestirme con capas que me protegieran del viento cortante. Con cada paso, mi mirada se deslizaba nerviosa por los alrededores, siempre alerta, como si temiera ser acechado en las sombras de la noche.

Mi teléfono dañado. Esta guardado estratégicamente y era mi compañero en este camino nocturno. Un seguro ante la posibilidad de un robo, un pequeño truco para disuadir a posibles ladrones.

En la universidad, me sumergí en las clases, rodeado de rostros que apenas notaban mi presencia. Mi invisibilidad social se extendía más allá de las aulas, y aunque absorbía conocimientos, la soledad persistía. Los pasillos con murmullos de conversaciones ajenas me recordaban a mi aislamiento, una figura solitaria en un paisaje lleno de interacciones.

Mis noches universitarias se deslizaban entre apuntes y la sensación de ser un observador invisible en un mundo que seguía su curso sin percatarse

de mi existencia. La rutina me ofrecía refugio, pero también acentuaba la brecha entre mi vida y la de los demás.

—¡Lyrik!

Alcé mi mirada, encontrándome con un rostro conocido de mi aula. Quité mis audífonos y cerré el libro que leía para prestarle atención a la persona frente a mí.

—Casi que no te encuentro, Lyrik. No te da miedo sentarte en esa zona; No hay nadie y la iluminación es un asco.

—No, Aridna. ¿Necesitas algo? —respondí con indiferencia. A decir verdad, esta chica frente a mí es una molestia. Es popular; todos en la facultad la adoran, por su belleza, porque ese cerebro está hueco. Ella y su grupo de gente cool solo utilizan y se burlan de personas, que por lo general son los nerds o chicas menos lindas, tipos tontos, feos, gente nada llamativa y yo.

—Te cuento, haré una fiesta en mi casa —sonrió. —Estás cordialmente invitado -sacó de su bolso de brillos una invitación, colocándola sobre la mesa. —Tú y todo el salón están invitados, ¿no es increíble? Por primera vez invito a personas como tú.

Sabía por qué lo hacía; le faltaba entretenimiento en su dichosa fiesta, es decir, payasos, lo que es igual a gente como yo.

—Realmente preferiría estar solo en casa y no en un lugar con gente a la que ni siquiera le importa mi bienestar.

La chica, aunque sonriente, podía notar su molestia y sin más que decir se fue; ni adiós dijo. Bajé mi vista al sobre de la invitación y lo abrí, sacando el papel de su interior.

—Sábado a las 10....interesante.

ENTRE LIRIOS & SOMBRAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora