CAPITULO 05: "Ramillete herido"

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Sin más que decir o cuestionar, me dispongo a preparar el ramo. Con cuidado, safé la cinta que lo amarraba para cambiar su presentación y darle un toque más romántico.

Meticulosamente, seleccioné cada flor, asegurándome de que los tallos tuvieran una longitud equitativa. Opté por una cinta satinada en tono marfil que complementara la pureza de los lirios. Envolví el ramo con papel azul cielo, aportando un toque delicado y sereno. Al atar la cinta alrededor del ramo, aseguré cada flor en su lugar, creando una presentación armoniosa.

Aunque el ramo estaba meticulosamente dispuesto, cada flor cuidadosamente elegida para transmitir el mensaje de aprecio y afecto, aún faltaba el toque final: la dedicatoria para la esposa del repartidor. Con ese propósito, me dirigí hacia la recepción, donde guardaba el material necesario para la ocasión.

Al llegar, tomé el papel de lino que había llegado recientemente. Su calidad era excepcional y perfecta para usar en esta ocasión. La idea de plasmar la dedicatoria a mano con un bolígrafo de pluma añadiría un toque personal a ese gesto especial. Lleno de entusiasmo, abrí el cajón destinado a guardar los lápices, pero para mi sorpresa, el plumón necesario no estaba allí.

Perplejo, escudriñé los demás cajones y exploré alrededor de las vitrinas, esperando encontrar el bolígrafo ausente. Sin embargo, mi búsqueda resultó infructuosa. Ante la falta de opciones, decidí subir a mi habitación para recuperar uno de los bolígrafos que reposaban en mi escritorio.

Al llegar a mi habitación, noté la ausencia del bolígrafo necesario. Observé mi entorno en busca de una alternativa, hasta que mis ojos se encontraron con la mesa de noche. Ahí reposaba el bolígrafo de mi escritorio. Me dirigí hacia él, lo tomé y percibí la nota que acompañaba a los lirios, la cual había dejado sobre la mesa la noche anterior.

Tomé la nota, recordando lo sucedido ayer. Como me había aconsejado a mí mismo, "A veces no hay respuestas para algo..." y simplemente acepté que fue un error, un escrito que se coló entre mi pedido. Al revisar el reloj, noté que ya eran las tres de la tarde y necesitaba apresurarme para dirigirme inmediatamente hacia Feltham. Por lo tanto, bajé con el bolígrafo y la nota en la mano.

Una vez en la parte inferior, recorté el papel de lino con unas tijeras de diseño zigzag para una presentación más elegante. Con el bolígrafo de pluma, plasmé en letra cursiva lo que el repartidor me había mencionado y, una vez completada la escritura, coloqué el mensaje sobre el ramo.

Recolecté todos los recortes de papel y hojas para desecharlos en la basura. Las tijeras y el bolígrafo los llevé a la recepción para guardarlos. También tomé la nota que llegó con los lirios y la deposité en el cajón sin manija donde solía almacenar cosas sin un propósito aparente. En lugar de descartarla, preferí conservarla sin más.

—Deberia ya salir, para que no se me haga más tarde. —mencione, agarrando mi chaqueta, junto a las llaves y el ramo.

Cerre la floristería y me dirigí hasta la estación de Boston Manor, tarde tan solo unos cuantos minutos en llegar ahí. Una vez aborto, tardaría unos 13 minutos en llegar a la estación de Hatton Cross, para luego retomar otra ruta hasta Browells Lane.

Salí de la estación, y era curioso como no había notado las miradas fugaces de algunas personas sobre mi o más bien sobre las flores.

Al abandonar la estación, me percaté de las miradas fugaces de algunas personas dirigidas no hacia mí, sino hacia las flores que sostenía. Resultaba curioso cómo la presencia de estas creaba un magnetismo visual, capturando la atención de aquellos que se cruzaban en mi camino.

Entendía completamente esa hipnotizante atracción que las flores ejercen sobre las personas. Cada pétalo era como una pequeña obra de arte que emanaba una energía única. Aquella conexión entre el ser humano y la naturaleza, expresada a través de la contemplación floral, me parecía fascinante.

—Bien... —extraje el papel de mi chaqueta con las indicaciones.

Me dirijo a Feltham Green, y la casa estará justo en frente de la calle 2 The Grn, al lado derecho de una clínica dental. No debería ser muy complicado.

Tenía cierta destreza en seguir indicaciones, así que moverme de un lugar a otro no solía representar un desafío para mí.

Estaba muy cerca del parque, no fue difícil verlo, ahora solo debía llegar a la calle, que según mi posición deber estar en el otro lado. Ahí estaba la clínica dental, así que la casa era de la derecha, la número dos.

—Ya estamos aquí, ahora solo entreguemos esto.

Ajusté ligeramente el ramo mientras me acercaba a la puerta. Una vez allí, toqué el timbre con cierta ansiedad, aguardando con expectación. Sin obtener respuesta, presioné el timbre nuevamente, esperando con la esperanza de que la mujer estuviera presente; no quería que mi esfuerzo y gasto en las estaciones fueran en vano.

De repente, la puerta se abrió, revelando a una mujer carente de buen aspecto: desaliñada, con ojeras y sin una sola expresión en el rostro.

—Buenas tardes, soy Lyrik, de la florería Everhart. ¿Es usted la esposa del señor John? —sonreí, aguardando su respuesta.

—¿Envío... flores?

—Sí, como puede ver, ha decidido regalarle un detalle floral en esta tarde.

Mi mirada se desplazó de las flores a la mujer, notando cómo salió de la casa para posicionarse frente a mí. En ese momento, cuando esperaba alguna respuesta de ella, estiró bruscamente su brazo, arrebatándome el ramo para luego golpearlo contra la pared de la entrada de la casa con un gesto impactante y desolador.

—¡No quiero flores de parte de ese imbécil! ¡Que se pudra! —gritó.

Di un paso hacia atrás, incrédulo ante lo que veían mis ojos. Los pétalos caían y algunas ramas se desprendían. No podía permitir que maltratara a las flores.

—¡Deténgase, señora! —agarré el brazo de la mujer, intentando detenerla.

—¡Suéltame! —forcejeamos.

—Tranquilícese.

—¡Dije que me sueltes! —me empujó con fuerza, soltando mi agarre. —¡Dile a ese hijo de puta que no se atreva a aparecer por aquí!

La mujer estaba descontrolada, su respiración agitada y su mirada errante en todas direcciones posibles.

—¡Llévate tus asquerosas flores!

Arrojó el ramo contra mí y se retiró a la casa entre murmullos, cerrando la puerta de golpe.

Mi corazón latía acelerado. Nunca había experimentado algo así. Ver las flores hechas un desastre me partía el alma.

—¿Qué le sucede? —recojo el ramo o lo que queda de él—. ¿Cómo es posible que descargue su ira en las flores?

Muchas de las flores yacían destrozadas, no quedaba mucho por salvar, pero haría lo que estuviera en mis manos por preservar al menos una con vida.

Necesitaba llegar a la floristería con urgencia, pero tomaría al menos unos cuarenta y cuatro minutos en transporte público, lo cual era demasiado tiempo. La opción más rápida sería un taxi, aunque eso implicaría un gasto adicional, estaba dispuesto a hacerlo para reducir a la mitad el tiempo de viaje. Y así fue.

Intentaba de una u otra forma arreglar las flores, pero era imposible, los tallos estaban aplastados y la capacidad de las flores para absorber agua y nutrientes estaba comprometida, lo que afectaba su viabilidad.

No había nada rescatable.

Estan hechas un desastre...

—No tengo otra alternativa. —suspire abrumado. —No puedo hacer nada por ustedes...lo siento.

En este instante, las personas no podrían comprender la tristeza que me embarga. Pero, son ellas, estas flores, las que me rodean, mi única compañía en esta vida.

ENTRE LIRIOS & SOMBRAS Donde viven las historias. Descúbrelo ahora