Alexander.
Ese era el nombre de la persona que reposa sus brazos en la baranda del puente, exhalando humo de sus labios y mezclando el ambiente con la nicotina. Aquel que, con la mirada puesta en mí, ha venido a despejar su mente.
—Es tarde, debería irme —dije.
—Tienes razón.
La persona presiona el extremo encendido del cigarro contra la baranda de madera, apagando la brasa con un sutil chisporroteo y dejando tras de sí una pequeña espiral de humo extinguido.
—Adios...—dije sutilmente, como última palabra.
Giro y bajo los pequeños escalones del puente, para irme directo a casa, hacía frio y ya era muy tarde, aunque también para evitar hablar con ese hombre. Los desconocidos a altas horas de la noche no despiertan en mí sensaciones agradables; La seguridad debería ser mi prioridad.
Una vez en casa subo directamente a mi habitación, estaba agotado. Caí sobre la cama y saqué el teléfono del saco que llevaba puesto.
12:56am.
La hora siempre me sorprendía, podía pasar mucho tiempo envuelto en pétalos y nunca era consciente de ello.
Reviso el buzón de mensajes, no había ninguno, nunca había uno, pero por raro qué fuera, siempre lo esperaba.
Dejo el celular sobre la mesa de noche y cerre los ojos, dejando que la oscuridad me volviera, perdiendo así, la guerra.
A la mañana siguiente baje corriendo por las escaleras, hasta llegar al salón convertido en floristería. Había trabajo que hacer, me repetía constantemente en mi cabeza.
Pedidos, pedidos....
Mis pensamientos se centraban en la agenda del día y el resto de la semana. Pronto llegaría San Valentín, el mes más prometedor en mi trabajo. Cientos de parejas enamoradas, igual a cientos de flores y, por ende, a cientos de libras que llenarían mis bolsillos.
Esa si que era una buena motivación.
—¿Dónde deje la cinta? —dije, observando a mis alrededores.
Mientras buscaba al perdido, es decir mi cinta, la campanilla suena, por lo que toda mi atención viaja al sitio proveniente del sonido.
—Buenos días.
La voz de un chico se pronuncia al interior, así que limpio mis manos un poco, ya que estaban sucias por el abono y me dirijo a él.
—Buenos días y bienvenido a la floristería Everhart, ¿Hay algo en lo qué le pueda ayudar u ofrecer?
—¿Lyrik?
No lo había notado, el chico frente a mí, lo conocía, era un compañero de clases.
—Wow, así qué está es tu floristería —sonrio —Es muy linda, hay muchas flores.
—Si, bueno...es una floristería.
—Lo sé, lo sé —solto una risita.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?
—Si, busco flores de manzanilla.
—Mhm, creo que me quedan algunas, dame un momento.
Me encamino en busca de la manzanilla, flores diminutas con pétalos blancos y centro amarillo. No son comunes como obsequio, sino más bien destinadas a infusiones y tés.
—Por cierto, no fuiste a clases ayer.
—Tuve un inconveniente —dije.
—Entiendo, aunque al profesor no pareció gustarle mucho que no fueras; ya sabes cómo es él —comentó mientras merodeaba a su alrededor.
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ENTRE LIRIOS & SOMBRAS
RandomEn las sombras de Londres, Lyrik Everhart, dueño de una floristería, se enreda en un juego peligroso con Alexander Thornfield, un misterioso hombre. Entre flores y secretos, surge una atracción feroz. Alexander, atraído por Lyrik como lirios en la p...