Un susurro apenas perceptible se filtraba en mi conciencia mientras mis párpados se alzaban, dejando que la luz de la mañana se deslizara a través de mi visión aún borrosa. Al aclimatarme al entorno, giré mi rostro hacia el reloj en la pared, y ahí estaba, mi primera sorpresa del día.
—¡Maldición, maldición! —Me incorporé de golpe al notar que las manecillas apuntaban casi a las diez de la mañana, y yo aún yacía en la cama.
Con una celeridad que me sorprendió, me levanté, sin importar si no estaba lo suficientemente despierto. Rápidamente me dirigí al armario, extrayendo cualquier prenda que pudiera funcionar para el día. Al revisar mi selección, noté que todo estaba sucio; olvidé lavar la ropa. Me vestí de manera apenas decente y descendí con prisa para abrir la floristería.
—Vaya forma de empezar el día, Lyrik. —Me reprochó con un susurro.
Hoy se avecinaba un día abrumador, con una lista interminable de tareas compitiendo por mi atención. Entre las flores que reclamaban cuidado, el caos en mi habitación y los trabajos universitarios pendientes, me debatía sobre por dónde empezar.
El peso de las decisiones se intensificaba al recordar que ayer me perdí una catedra crucial, la presentación de directrices para nuestro proyecto de investigación. Desafortunadamente, estuve ausente en la clase. En esa sesión, revelaron claves fundamentales para continuar trabajando en el proyecto.
Esa omisión se volvía un nudo en mi cabeza, una preocupación que amenazaba con desviar mi enfoque. Sin embargo, la realidad insistía, y entre todas las demandas, las flores reclamaban atención inmediata.
A pesar de la carga mental por la clase perdida, comprendí que debía abordar primero la tarea que sustentaba mi existencia: cuidar de estas flores. En su fragilidad, encontré una especie de ancla, recordándome que, incluso en medio del caos, hay responsabilidades que no pueden esperar. Me sumergí en la tarea, sabiendo que más tarde enfrentaría el desafío académico pendiente.
El desorden en mi habitación podía esperar, esa fue mi conclusión respecto a ese tema. No había mucho que pensar sobre eso.
El clima de esta mañana no parecía el mejor; el cielo estaba un poco nublado y eso me preocupaba. Las personas no suelen pasar por aquí con este clima, y las posibilidades de que vinieran a la floristería eran pocas.
Observaba por la ventana los autos pasar mientras bebía una taza de café. El tiempo transcurría tranquilo, y de repente, un motociclista con traje de repartidor llamó mi atención. Noté el nombre en su chaqueta y cómo se acercaba. Era el almuerzo que había pedido; finalmente, había llegado.
Me dirigí a la recepción para sacar dinero de la caja registradora y estaba en lo correcto. La campanilla sonó, y el hombre ingresó con su bolso gigante sacando de su interior una bolsa con el envío.
—¿Lyrik Everhart? —dijo.
—Sí, soy yo. —Extendí mi mano para recibir la bolsa con los alimentos.
—Espero que su pedido sea de su agrado, joven.
—De eso estoy seguro. —Dejé la comida sobre el mostrador para entregarle su dinero correspondiente.
—Muy bien. -Recibió el efectivo—. Que tenga un excelente día.
El hombre se dirigió hacia la salida, pero sus ojos se detuvieron en las flores blancas que adornaban la entrada. Noté su interés en aquellas flores que dejaron un sabor amargo en mi paladar ayer. No tardé en pensar que era una oportunidad para ofrecerlas y venderlas, así que con una sonrisa amable, le pregunté;
—¿Te gustan esas flores? Son lirios blancos. Están en oferta hoy. —comenté, tratando de deshacerme de ellas.
—Son realmente hermosas. Hace tiempo que no le doy un ramo de flores a mi esposa, esta es una buena oportunidad. ¿Cuánto cuestan? —posó su mirada en mí.
—Bien, te hago una buena oferta por ellas, £7.00. —Le respondí, esperando que aceptara. —¿Te las llevarás?
El repartidor sonrió y aceptó:
—Sí, definitivamente es una buena oferta. Será una sorpresa encantadora para mi esposa.
En algo acertaba: era una oferta generosa para él. No obtenía prácticamente nada a ese precio. Podría haber sido mucho más elevado, quizás £15, como había considerado previamente. Aprovecharme de esas flores, era eso lo que habia pensando en ese instante. No obstante, en este momento, simplemente anhelaba liberarme de ellas.
—Perfecto entonces. —Sonreí acercándome al ramo que reposaba en la entrada. —¿Desea que le agregue alguna dedicatoria? —Pregunté.
—Sí, di que es de parte de John. —Respondió.
—Está bien, solo deme unos minutos; las organizaré mejor para que se las pueda llevar.
En mi camino hacia la mesa de trabajo con las flores en mano, el hombre habló, deteniendo mi paso.
—Espera, creo que no puedo llevarlas ahora. Estoy trabajando y no tengo tiempo de ir hasta casa. ¿Podría pasar más tarde por él? ¿En la noche?
El horario nocturno de trabajo no era una opción para mí, ya que debía asistir a la universidad y no podía perder otra clase importante.
—Si usted lo desea, puedo llevarlo personalmente hasta su residencia.
—¿Hace domicilios? Eso está bien, y sí, me gustaría que lo hiciera.
El hombre buscó en su chaqueta, sacando de su interior una libreta y un bolígrafo, en la cual anotó algo en una de las hojas para posteriormente arrancarla y entregármela.
—Esta es la dirección, queda en Feltham. Mi casa está al lado de una clínica dental.
¿Feltham? Eso estaba al otro lado. En el transporte público me tomaría 50 minutos llegar. En momentos como este, hubiera deseado que no me hayan robado mi bicicleta; tardaría más en llegar, pero no gastaría dinero.
Recibí el papel con la dirección, el hombre pagó y nos despedimos, y yo me quedé con el ramo en las manos, aún no podía sacarlas de aquí. Bajé mi mirada hacia ellas y podía percibir el aroma de las flores, un toque refrescante y, tal vez, muy en lo profundo, dulce.
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ENTRE LIRIOS & SOMBRAS
RandomEn las sombras de Londres, Lyrik Everhart, dueño de una floristería, se enreda en un juego peligroso con Alexander Thornfield, un misterioso hombre. Entre flores y secretos, surge una atracción feroz. Alexander, atraído por Lyrik como lirios en la p...