Sentí sus labios sobre los míos, cálidos y húmedos, con el leve y extraño sabor del hierro mezclado con su aliento. Mi mente se llenó de confusión; el miedo, la sorpresa y la extraña intimidad del momento me golpearon de una vez. Alexander, herido, su sangre, el hecho de que él era un hombre... todo se mezclaba en un caos que no podía procesar.
El beso fue breve pero intenso, un toque que parecía querer calmar el pánico, pero que solo agregó otra capa de desconcierto. Mis manos, aún temblorosas, se quedaron rígidas a sus lados, sin saber si debía apartarlo o aferrarme a él. Sentía su sangre en mis labios, el sabor metálico mezclado con mi propia respiración agitada.
Cuando se apartó, me quedé mirándolo, sin poder articular una sola palabra. Sus ojos reflejaban una mezcla de dolor y algo más, algo que no lograba comprender del todo.
—Alexander... —logré susurrar finalmente, la voz quebrada por la confusión y el miedo.
Él esbozó una leve sonrisa, una mueca dolorida que no alcanzaba sus ojos.
—Tranquilo —dijo suavemente—, estoy bien. Solo necesitaba que dejaras de entrar en pánico.
Me quedé ahí, incapaz de moverme, mientras intentaba procesar lo que acababa de ocurrir. Mis pensamientos eran un torbellino, y cada vez que trataba de concentrarme en uno, se desvanecía, dejándome más perdido que antes.
Finalmente, encontré mi voz nuevamente, aunque aún temblaba.
—Voy por el kit médico —dije, dando un paso atrás, aún en estado de shock.
Alexander asintió, permitiéndome alejarme.
Corrí hacia el baño, el pánico todavía estaba retumbando en mi pecho. Mi mente estaba en tal frenesí que ni siquiera noté el olor familiar de las flores o la tierra húmeda. Todo lo que podía percibir era el aroma de Alexander, un rastro persistente que me seguía como una sombra.
Una vez dentro del baño, me agaché rápidamente y abrí el gabinete, buscando desesperadamente el botiquín. Mis manos temblaban mientras apartaba frascos y cajas, hasta que finalmente lo encontré. Me levanté de golpe, con el botiquín en la mano, y mi mirada chocó con el espejo.
Ahí, en el reflejo, vi mi rostro. Tenía rastros de tierra en las mejillas y sangre en la comisura de los labios. La visión me dejó paralizado por un momento.
Ya que la imagen era desconcertante. No era la sangre, ni la tierra, sino la realización de lo que acababa de suceder. Todo se sentía surrealista, como si estuviera observando a otra persona. La confusión se mezclaba con una sensación de vulnerabilidad que nunca había sentido antes.
Respiré hondo, tratando de calmarme. Había muchas cosas que no entendía, pero Alexander necesitaba ayuda. Aparté la vista del espejo y me dirigí de nuevo a la sala, con el botiquín firmemente apretado en mis manos.
—Alexander, aquí está. —dije, intentando que mi voz sonara firme, aunque sabía que el temblor era evidente.
Llegué donde él y dejé el botiquín sobre la mesa, abriéndolo con manos aún temblorosas. Saqué el antiséptico, gasas y vendas, tratando de concentrarme en la tarea que tenía delante. Me acerqué, evitando su mirada, la vergüenza aún quemando en mis mejillas. No sabía qué decir.
Comencé a limpiar la herida en su frente con movimientos cuidadosos y precisos, enfocándome en la tarea para no dejarme llevar por la marea de pensamientos confusos. El sabor de su sangre aún persistía en mis labios, una constante y extraña recordatorio de lo que había sucedido.
El silencio entre nosotros era pesado, hasta que Alexander decidió romperlo.
—¿Sabes? Hay una flor, se llama Euphorbia, —dijo, su voz tranquila—. Cuando la cortas, suelta un líquido lechoso que parece sangre. Siempre me ha parecido curiosa esa planta.
Su comentario me tomó por sorpresa. Parpadeé, procesando sus palabras mientras continuaba limpiando su herida.
—Es como si, en este momento, fuera yo esa flor, Lyrik —continuó, con una leve sonrisa—. Estás cuidándome con la misma delicadeza con la que cuidarías una planta.
Me quedé en silencio, sin saber cómo responder. Las palabras de Alexander resonaron en mi mente, una mezcla de calidez y confusión. ¿Realmente estaba cuidándolo como una flor? ¿Era eso lo que significaba para él?
—Lo siento, —dije finalmente, mi voz apenas tenía un susurro—. No quise hacerte daño, pero...
—No te preocupes tanto, —respondió Alexander, su tono suave y comprensivo—. Estoy bien. Y lo entiendo.
Finalmente, reuní el valor para mirarlo a los ojos. Su expresión era amable, sin rastro de reproche. Terminé de vendar su herida y me aparté.
—Debería irme, tengo una última clase a las cinco —dijo.
Su figura se enderezó, y sin una mirada dirigida hacia mí, simplemente pasó a mi lado, como un fugaz viento que apenas roza la piel. El sonido de la campana resonó en mis oídos mientras la puerta se abría y cerraba tras su partida. En ese instante, un extraño sentimiento se apoderó de mi pecho, una mezcla de miedo por lo sucedido y un anhelo inexplicable.
Con la mano temblorosa sobre mi pecho, luché por controlar mi respiración agitada, hasta que finalmente me dejé caer al suelo. ¿Qué había sido todo eso? No podía comprenderlo. No sabía cuánto tiempo había pasado desde entonces, pero la oscuridad de la noche se cernía afuera, iluminada por la pálida luz de la luna que se filtraba a través de los cristales.
Me sentía deshecho, como si en un solo instante hubiera perdido el control de mi vida. Lo había conocido apenas un día atrás, y ahora, en un abrir y cerrar de ojos, yo ya no era la misma persona.
Con un suspiro, dirigí mi mirada hacia la maceta que reposaba en el suelo junto a mí. Allí, destacando en la oscuridad, yacía un lirio blanco, radiante en su brillo, como si estuviera impregnada de luz propia. Era la misma flor que juntos habíamos plantado en esa maceta y que parecía la unica cuerda aquí.
Un sentimiento de melancolía me invadió por primera vez en mucho tiempo. En ese instante, me di cuenta de que había experimentado por primera vez un beso.
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ENTRE LIRIOS & SOMBRAS
RandomEn las sombras de Londres, Lyrik Everhart, dueño de una floristería, se enreda en un juego peligroso con Alexander Thornfield, un misterioso hombre. Entre flores y secretos, surge una atracción feroz. Alexander, atraído por Lyrik como lirios en la p...