Una vez que nuestra orden llegó, nos sumergimos en una conversación animada mientras desgustábamos nuestros platos. Mientras saboreaba el tofu revuelto, no pude evitar notar lo tranquilo y elocuente que era Alexander. Su sonrisa, iluminando su rostro de manera contagiosa, añadía una dimensión encantadora a su personalidad. En medio de nuestra charla amistosa, me di cuenta de que tenía frente a mí a alguien genuino y agradable, cuya compañía disfrutaba más de lo que había anticipado.
Llegué a pensar que probablemente esa primera impresión que tuve sobre él solo estaba influenciada por los sitios donde habíamos chocado antes, lo que transmitía una vibra diferente.
—Creo que tendré problemas para regresar a casa.
—¿Disculpa?
Alexander hizo un leve gesto con el tenedor que sostenía, señalando hacia la ventana junto a nuestra mesa. Al seguir su indicación, me percaté de lo que quería mostrarme.
Las gotas de lluvia bailaban sobre el cristal, trazando caminos caprichosos antes de caer sobre la alfombra verde que adornaba el suelo. El cielo se veía cubierto por nubes grises, mientras los automóviles pasaban velozmente, arrojando el agua acumulada en el pavimento. A pesar del espectáculo fuera, el acogedor ambiente del restaurante nos mantenía aislados del aroma a humedad que tanto disfrutaba.
—Olvide ver el pronóstico del clima —dijo Alexander—, así que no traje un paraguas.
En ese preciso instante, recordé que llevaba una pequeña sombrilla portátil en mi bolso, siempre preparada para situaciones como esta. Al volver mi mirada hacia Alexander, no vacilé en ofrecerle mi sombrilla sin pensarlo dos veces.
—Tengo una pequeña sombrilla en mi bolso... podría prestártela una vez estemos en la floristería.
—¿En serio? Muchas gracias. Y claro, te acompañaré hasta ahí y luego tomaré mi camino —respondió Alexander con gratitud.
—Perfecto. Entonces, terminaremos de comer pronto antes de que la lluvia empeore.
Después de unos minutos más, finalizamos nuestra comida y nos dirigimos a pagar. Cordialmente, Alexander mencionó que él se encargaría de la cuenta, sacando billetes de su cartera. Acepté su amable gesto y nos dirigimos hacia la puerta de salida.
Una vez en el borde de la puerta, saqué la sombrilla de mi bolso y la abrí. Sin embargo, Alexander insistió en llevarla, argumentando que era más alto, a lo cual asentí con una sonrisa.
Al dar el primer paso hacia afuera, Alexander pasó su mano libre por encima de mis hombros, deslizándola con suavidad hasta acercarme a él. La cercanía me tomó por sorpresa, no estaba acostumbrado a eso, y aunque traté de ocultar mi nerviosismo, una ligera incomodidad se apoderó de mí.
En el exterior, el clima había empeorado. La lluvia caía con más fuerza, formando charcos en las aceras y mojando todo a su paso. El viento soplaba con fuerza, haciendo que las gotas golpearan con insistencia contra la sombrilla que nos protegía.
—¡Ay! —mis pasos se detuvieron de golpe al notar que había pisado un charco profundo.
—¿Pasa algo? —Alexander se volvió hacia mí con preocupación.
—El agua se filtró en mi zapato —dije agitando mi pie, sintiendo cómo la humedad se apoderaba de mi media.
Una leve sonrisa se asomó en el rostro de Alexander, lo que me hizo darme cuenta de que compartía mi situación.
—No es gracioso —protesté—, levantando la vista hacia él.
—Es agua... —intentó consolarme.
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ENTRE LIRIOS & SOMBRAS
RandomEn las sombras de Londres, Lyrik Everhart, dueño de una floristería, se enreda en un juego peligroso con Alexander Thornfield, un misterioso hombre. Entre flores y secretos, surge una atracción feroz. Alexander, atraído por Lyrik como lirios en la p...