II

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Ese día en la mañana no me sentía del todo bien, quizá había caído enfermo, porque el estomago daba unos retortijones horribles, así que me levanté rápidamente para verme en el espejo, estaba más pálido de lo acostumbrado. Toqué mi frentes esperando encontrar fiebre, pero no había nada, al parecer no estaba muriendo, solo eran los nervios.

Hoy muchos hombres y mujeres vendrían a una de las estancias de la casa de mis padres para traer regalos, promesas e incluso preguntas, no podía creer que ya era momento de que a mis diecisiete años fuera a convertirme en prometido de alguien, en marido de alguien, eso hacía que el corazón me latiera con demasiada fuerza, tanta que me dolía el pecho de solo escucharlo, pero aun más cuando alguien entró a mi habitación y me dio el susto de mi vida; eran todas las doncellas de la casa cargando cajas y más cajas de todos los tamaños, claro que al final, entro él vistiendo un hermoso traje azul, mi padre, quien venía con una sonrisa enorme mientras sus manos estaban entrelazadas frente de si.

— Oh, ya estás despierto, excelente — se acercó a las sillas donde habían puesto las cajas, mi cama estaba siendo acomodada y a mi me estaban quitando mi camisón — así las cosas serán más rápidas.

— ¿A qué te refieres? — después me llevaron hasta el otro lado de mi habitación colocándome una delgada bata.

— Nada querido, es momento de que tomes un baño — fui llevado hasta otra habitación donde estaba la tina con agua caliente, algunos empleados estaban colocando las sales y perfumes que me ayudarían a limpiar mejor mi piel.

— Papá, yo ammm...

— Casi lo olvido, creo que deberías usar el traje color hueso, ese color te sienta de maravilla.

— Oh quizá podría...

— Aunque el plateado es más hermoso, claro que es más formal para usar en la hora de cortejo, ese mejor lo reservaremos para una fiesta. 

— Papá.

— El verde también te dará un aire mas fresco, pero no es mi color favorito.

— ¡Papá! — el hombre quedó completamente congelado en su lugar y me miró mientras me estiraban los brazos para pasar una esponja por mi piel.

— No debes gritar, no es propio de un omega — respiré profundo mientras dejaba que me enjuagaran el cabello — ¿qué quieres decir?, habla, por favor — se sentó en una silla cerca de la puerta.

— Solo quería decir... que... bueno, podría usar el traje de color rosewood — pareció pensarlo un rato, eso no era en realidad lo que mi mente quería decir, pero supongo que todavía no tenía el valor de decirle a mi padre que hoy no quería recibir a ningún caballero.

— ¡Había olvidado ese traje! — sonrió y le asintió a una doncella que rápidamente se alejó yendo al pasillo — tienes razón, querido, es de un color sólido, no tiene tantos detalles y no es tan formal, bien pensado — le regalé una suave sonrisa dejando que terminaran conmigo.

De regreso a mi habitación me di cuenta que ya todo estaba preparado, todos tenían en sus manos alguna prenda que me pondría, me secaron, humectaron y vistieron, después pasé a lo que era un tocador y todos comenzaron hacer lo suyo, un ligero maquillaje, que apenas y podrías decir que tenía, un peinado con una parte recogida en broches de pequeños rubíes que al juntarse parecían que era uno solo.

— Te ves precioso — mi padre dio una imperceptible caricia en mi hombro — bueno, es hora de bajar, seguramente los pretendientes ya están afuera en fila tratando de entrar.

— ¿Y si no es así? — me miró como si estuviera diciendo tonterías.

— Bueno, tenemos hasta las dos para que llegue alguien.

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