VIII

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Era muy temprano, ni siquiera habían aparecido mis caballeros y damas de compañía, pero ya se escuchaban los gritos de mi hermano en el pasillo, parecía como si estuviera histérico, y ni hablar del ruido de los zapatos de todos los empleados que iban de un lado a otro fuera de mi puerta. Asesinaría a alguien,de eso no había duda.
Me levanté de la cama hasta ir a la puerta.

— ¡¿Podrían callarse?!, ¡es muy temprano! — cuando la abrí no esperaba encontrarme con mi hermano entre un debate de si acercarse a mi puerta o no, así que me miró con sorpresa, para después aclararse la garganta.

— Hermano, que bueno que ya estás despierto — llevó sus manos tras la espalda — lamento el ruido.

— No lo lamentes, solo, has silencio — estaba por cerrar la puerta cuando el lo impidió con su mano extendida — ¿algún asunto que quieras discutir conmigo, hermano? — él asintió — bien, hablaremos en el almuerzo — tuve otro intento fallido, estaba comenzando a molestarme — ¿qué? — parecía que lo que tenía que decirme era de gran dificultad — ¿pasó algo con nuestros padres? — el negó — Jin.

— Hay un regalo, en el recibidor principal, creo que... te gustará verlo — sorprendido tomé una bata, no podía ir en camisón, así que siguiendo los pasos de Jin, bajamos hasta el lugar donde varios de nuestros empleados estaban admirando un hermoso arregló floral, habían flores de todo tipo, pero de un solo color, blancas como las perlas.

— Te esta pidiendo perdón — mi padre salió detrás de aquel gran ramo, con una sonrisa y tarjeta en mano.

— ¿Lo dices porque eso viene en la carta? — me sentí decepcionado de alguna manera.

— No, la nota tiene otra cosa escrita — me pasó el pedazo de papel — son las flores las que lo dicen.

Tome el papel desdoblándolo con cuidado, pero sentí mis mejillas arder por sus palabras.

Soy un imbécil, uno que quiere enmendar sus errores, por esa razón, solo por usted, trataré de solo ser un estúpido.

Espero que pueda recibir con gusto estas flores, las corté yo mismo del jardín del conde Kim. Se que usted disfrutará de que sea reprendido por eso, pero lo vale si con eso llegan a sus manos y lo hago sonreír.

Siempre suyo, Jeon.

Doble la carta y la sostuve con delicadeza, acariciando el papel donde sus dedos estuvieron mientras la escribía, no lo perdonaba, aún, pero debía admitir que es un lindo gesto.

— También envió otro obsequio, señorito Jimin — uno de mis donceles se acercó con una canasta en mano donde había un cachorro pequeño, lo mire con algo de espanto.

— Me quedaré solo con las flores — sonreí alejándome del animalito — puede regresar al cachorro, no puedo tenerlo en casa — me alejé un poco por donde mi padre había ido, estaba cansado, sosteniéndose de un bastón cerca de la ventana que daba a las calles de Londres.

— Deberías perdonarlo.

— Padre, ya hablé contigo de eso, no es tan fácil — escuché un suspirar pesado.

— Es tu decisión — con eso se alejó por las escaleras hasta su habitación.

Mi hermano apareció segundos después con un rostro neutro, pero en el fondo, en esos ojos oscuros, podía percibir la molestia.

— No me agrada — no pude evitar reír.

— Pues no puedes hacer nada, por el momento, es un buen prospecto — regresé mi vista a las flores, eran hermosas — quedé con Yoongi de ir a dar un paseo matutino, ya que estoy despierto, debería arreglarme — di media vuelta, pero mi hermano nuevamente me detuvo.

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