stayin' alive

222 22 0
                                    

✶

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

5 de julio, 72 juegos del hambre
Capitolio, Panem

Cuando Glyndon salió del tren sintió que podía respirar de nuevo. Era como si el ambiente sofocante del tren hubiera desaparecido y que bien se sentía aquello. Pero el aire de la ciudad se sentía tan asqueroso, terriblemente cargante y sucio.

Odiaba un sitio como este pero no le dio tiempo a la queja cuando la llevaron a un lugar extraño. La gente era estrafalaria hasta decir basta y podía mirar a la gente sin sentir cierta repulsión hacía ellos.

No había gente que no pareciera sacada de una mina de oro en donde no habían trabajado en toda su vida. Fue entonces cuando se acercaron a un grupo de gente que parecía sacada de un hospital.

Batas, guantes y demás. No tardaron nada en llevárselos a ambos, cada uno por su lado. Y cuando vio lo que iban a hacerla se sintió horrorizada. Había tenido que aguantarse todos los chillidos cuando comenzaron a depilarla.

Dhalia y Narnie parecían adorar hacerla sufrir de esta manera, aunque si lo pensaba bien tenía sentido ya que veían los juegos del hambre como algo divertido que les enseñaban, hacerles sufrir parecía la única cosa que les gustaba.

Odiaba el centro de renovación, lo único que la había gustado era el olor que le había quedado en la piel tras depilarla, ahora estaba suave su piel y olía perfectamente, pero se había cagado en todos sus muertos cuando la habían peinado el pelo y lavado el cuerpo como si no se hubiera duchado la mañana anterior.

Odiaba a esta gente. Su estilista siquiera había decidido aparecer y tenía la idea de que no iba a quedar lo suficientemente bonita como para poder conseguir patrocinadores. Nadie se interesaba nunca por el distrito 10.

Cuando decidieron que habían tenido suficiente de ella la guiaron a una especie de sala llena de telas y maquillaje y cosas para el pelo que no había visto jamás por ahí. Estaba todo tan perfectamente puesto que le dio hasta pena el orden.

Fue entonces cuando apareció un hombre. Alto, rubio, ojos azules, pelo rizado, era como ver una versión más madura de Theseus, y se preguntó si él sobrevivía si se vería así en unos años. Probablemente no, no tenían tantas cosas lujosas en el 10 como para conseguir este look tan casual pero tan bien cuidado a la vez.

—Hola Glyndon, soy Keane, tú estilista —ni siquiera parecía un estilista normal. Más allá de la máscara de pestañas dorada en los ojos no había nada que lo hiciera destacar de la multitud.

Podía pensar que hasta podían llegar a ser buenos conocidos, pero a él le pagaban por esto. No estaba por gusto sino por reconocimiento.

Killswitch, finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora