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18 de julio, 72 juegos del hambre Bosque de la Arena
Esa noche se habían escuchado dos cañonazos. El primero había despertado a Theseus y el segundo la había despertado a ella unas pocas horas después. Y solo esperaba que hubieran sido los dos, o al menos uno, de los profesionales.
No quería tener que enfrentarse solo a ellos dos.
Ninguno había vuelto a pegar ojo en el resto de la noche. Así que habían decidido rodear la cornucopia, buscar puntos flojos, pero no había habido nadie dentro, así que a lo mejor lo que había pedido Glyndon se había cumplido.
Habían conseguido entrar y llevarse un par de cosas. Theseus se había armado con un machete y comida y ella había cogido una cuerda y una red de pesca, no era necesario ni siquiera hablar entre ellos para ese momento, estaba muy claro que no debían quedarse mucho tiempo dentro.
Salir de allí fue más fácil de lo esperado. Demasiado fácil. Prácticamente podía sentir unos ojos encima suyo todo el camino. Pero no veía a la persona.
Los pájaros parecían hacer mucho ruido. Y mientras habían intentado seguir con normalidad sabía que algo andaba mal. No podía dejar de notarlo.
No fue hasta que escuchó unos fuertes gruñidos que pudo identificar que era. Fue entonces cuando lo vio. Enormes pájaros rosas, parecidos a los flamencos pero del tamaño de avestruces. En el segundo vasallaje era una de las armas que se había utilizado.
—¡Corre! —No hizo falta más que un chillido para que ambos salieran disparados en dirección contraria a la que se encontraban.
Directos a la cornucopia. Como abejas a la miel. Una trampa del Capitolio sin lugar a duda. Glyndon podía presentirlo. Necesitaban que murieran tributos, que todo fuera más rápido.
Podía sentir como iban tras ellos. Y ninguno paró de correr. Corrieron, y corrieron y corrieron. Y más adelante vieron correr a Morrigan, la profesional y el otro. Glyndon ya no recordaba ni nombre ni distrito. No le hacía falta. Esas cosas eran para gente a la cual querían ponerles nombre a los muertos.
Si salía viva de allí prefería no recordar nada.
Detrás de ellos iban unas mutaciones de lobo. Iban corriendo, sin atacarles. Morrigan con una lanza en la mano, él con un hacha de mano. Parecía que no habían tenido mucha suerte con los patrocinadores. No fue hasta que quedaron los unos frente a los otros que se dio cuenta que efectivamente había sido una trampa.
Había deseado tanto estar equivocada. Con todo su ser.
Los lobos y las grandes aves los rodearon, sin dejarles dar ningún paso en ninguna dirección que no fuera para acercarse.
Theseus apuntó hacía los lobos que había más cerca suyo. Si le temía a algo más que a esas aves era a esos bichos horrendos.
—¡Si unimos fuerzas podemos con todos! —Gritó el rubio por encima de graznidos y gruñidos.
Pero bastó una mirada entre las dos para saber que no iba a ser así. Ninguna confiaba lo suficiente como para no morir por la espalda.
—¡Prefiero morir de frente que por la espalda por cualquiera de vosotros!
—¡Concuerdo con la ricachona!
—¡Ésto es lo que quiere el Capitolio, hay que ir contra ellos!
Morrigan y Glyndon estallaron en carcajadas.
—No se puede ir contra el Capitolio.
—Quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Recuerda la guerra que trajo los juegos. Y no seas insensato.
Fue entonces cuando uno de los lobos se abalanzó sobre Morrigan. Las aves sobre ellos y el chico intentó ayudar a la hija de privilegiados.
Theseus disparaba flechas a diestro y siniestro.
Por su parte Glyndon atacaba a cada bicho que se le acercaba lo suficiente para atravesar su cráneo. Un puntería certera, como la de su compañero. Ambos codo con codo.
Hubo un momento en el que lo perdió de vista, junto a los demás tributos. Fue cuando recibió una mordida de uno de esos mutos de lobo en el costado. Un grito de dolor salió de ella, y fue lo que bastó para que le atravesase el cráneo con el tridente. Aún con las fauces clavadas en su costado.
La mutación cayó al suelo al mismo tiempo que conseguía ver a Theseus. Estaba disparando a cualquier bicho que hubiera cerca y lejos. Reutilizando las flechas de los cadáveres. Ella solo pudo alcanzar a ver cómo le mordían el brazo antes de tener que encargarse de más mutaciones que parecían aparecer de la nada.
Y probablemente así era. Aparecían de lugares insospechados. Con el costado sangrando, y las fuerzas bajas después de tantos días de fiebre no sabía cuánto podía aguantar con los ojos abiertos. Sentía que en cualquier momento podía desmayarse por falta de fuerzas y pérdida de sangre. Salía a borbotones de la herida, probablemente había alcanzado alguna vena importante.
Conseguido liberar su espacio vio como las mutaciones volvían a ponerse en círculo. Ésta vez mucho mayor que el de antes. Theseus estaba a tres metros suyo, mirándola a la cara. Y le sonrió, sangrando pero vivo. El problema fue que le dio la espalda al enemigo. Se había olvidado por un momento que no había solo enemigos animales en la arena, sino humanos, y eso fue su perdición.
Glyndon solo alcanzó a ver difusamente a Morrigan lanzar la lanza y un grito salir de su garganta. El arma atravesando desde la espalda hasta el pecho. Sobresaliendo por ambos extremos. Y ni aún así la sonrisa se le borró de la cara al rubio. Que cayó al suelo como a cámara lenta.
Quizá fue el shock del momento. Quizá fue la perdida de sangre.
Pero el chillido que soltó cuando cayó al suelo hizo a las aves levantar sus alas y aletear. Y al tiempo que chillaba lanzó el tridente directo a la cara de Morrigan, quien rápidamente utilizó al chico de escudo. Atravesándolo por el cuello y parte de la cara.
La sonrisa de Morrigan fue lo que la hizo ver rojo.
Todo en ella quería sangre. Y sacó de donde no existían ganas. Un chute de adrenalina directo desde el odio y el dolor.
bomba, ¡he vuelto!
juro que es publicar un anuncio y contradecirme.
espero que os guste, besos.
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