beat it

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6 de julio, 72 juegos del hambre
Capitolio, Panem

El Centro de Entrenamiento iba a ser una de las cosas que peor se le iba a dar.

—¿Queréis entrenar juntos o por separado?

Ambos se miraron ante la pregunta de Hawke.

—Juntos será mejor —murmuró Theseus mirándola.

Él era grande y fuerte y ella pequeña y escurridiza, serían una buena combinación para aprender a pelear y salir con vida según lo que les podría pasar en un lugar como las arenas más peligrosas que había habido.

Al bajar a la sala de Entrenamiento pudo darse cuenta de que todo el mundo estaba allí reunido, esperando a las diez para que las cosas fueran bien.

El desfile de ayer había dejado a Glyndon con ninguna gana de parecer la chica buena y deseable mientras entrenasen. Se fijó en todos ellos.

 La mayoría eran de su edad o parecido, al parecer este año había habido suerte y no había nadie menor de los dieciséis años en la arena, lo cual era bueno porque nadie tan pequeño debería permanecer en los juegos, lo malo es que ya no tenía una ventaja física sobre nadie.

Ahora tendría que ver como manejar la situación desde adentro. Si jugaba con una ventaja táctil todo sería más fácil.

El primer día había sido para practicar físicamente todo lo posible, y si Glyndon era sincera no le había sacado mucho jugo. Había hablado con Theseus para que al día siguiente aprendieran de supervivencia, y se dedicasen a cotillear sobre el resto de tributos, al fin y al cabo ver los puntos débiles del resto siempre les vendría bien.

Era la tercera vez que se despertaba esa noche siendo solo las dos de la mañana. Iba a necesitar mucho más que unas pastillitas para dormir. No molestó a su compañero, sabía que iba a necesitar esas horas extras de sueño que pudiera conseguir.

Había cogido un par de galletas y había subido en el ascensor al tejado. Allí había comenzado a contemplar el horizonte. Estaba muy lejos de casa y sentía que cada vez que respiraba los pulmones le iban a estallar. Para ser una noche de verano era bastante fresca. Quizá era porque estaban tan lejos de casa.

Necesitaba algo que la recordase a casa porque sino iba a volverse loca. No necesitaba verla, solo algo que la hiciera recordar a casa. U olerla, ahora daría lo que fuera por oler el viento del campo al lado del mar. Por todas esas veces de quejarse a oler a mierda la echaba mucho de menos.

—No esperaba encontrar aquí una fierecilla —murmuró una voz detrás de ella.

Si era honesta Glyndon no quería la compañía de nadie, mucho menos de alguien como Finnick Odair, un egocéntrico de narices.

—¿Problemas para dormir? —Esta vez el tono burlón había desaparecido, y casi parecía que se preocupaba por ella. Casi.

—No, ¿los tienes tú niño bonito?

La sonrisa que le dio la hizo saber que no le había molestado su comentario en absoluto, lo cual la frustraba. Si los comentarios de él la llegaban a frustrar debería ser para los dos lados igual.

—A veces —dijo sin más mirando por encima del hombro de Glyndon.

Se acercó hasta quedar hombro con hombro con ella. Los dos apoyados en el poyete de la azotea. Mirando al infinito.

—¿Hoy es una de esas veces?

—No, hoy estaba ocupado hasta hace un rato —musitó perdido en el horizonte.

Glyndon lo dejó pasar, no parecía un tema del que quisiera hablar, y aunque me gustaría explotarlo al máximo no iba a ser en una noche de verano a varios días de su más probable muerte.

Oh cómo deseaba no tener que malditamente tomar ninguna decisión. No quería morir en el baño de sangre porque sabía que iba a ser doloroso con ganas. Quizá si encontraba algo de veneno tendría la opción de tener una muerte suave.

—¿Cuál dirías que es la forma menos dolorosa de morir? —La pregunta había escapado de sus labios antes de poder contenerla, pero realmente debía saberlo.

—¿Pensando en como matar ya a la gente, sweetheart?

Glyndon frunció el ceño y le mandó una mala mirada.

—No hay una manera menos dolorosa, no en los juegos al menos. Cualquier veneno te hará sufrir un dolor inmenso antes de morir y todas las demás muertes serán lentas y agonizantes, como les gustan —comentó levemente. —¿Preocupada por hacer sufrir a los demás?

Quizá era arrogante de su parte, pero si era vivir o morir tener que matar no la parecía una tan mala idea. Si iba a morir que fuera al menos por algo de lo que ella quisiera. No porque el resto de los tributos quisiera. El Capitolio no estaría feliz, pero nunca lo estaba.

Que siguieran existiendo los juegos era la viva prueba de ello.

—No, preocupada por como voy a morir —musitó, no tenía sentido mentirle, por muy mal que le cayese no tenía sentido no pensar en una manera de mentirle.

Fue entonces cuando sintió un dedo pulgar y un índice en su mentón, haciéndola mirar directamente a los ojos verdes del rubio.

—Tienes posibilidades de sobrevivir, no creas que vas a morir antes de entrar a esa arena. —Mantenía su mano firmemente en su mandíbula, para hacer hincapié en sus palabras —si sobrevives prometo ayudarte a sobrellevarlo.

—¿Es peor sobrevivir que morir?

—Ninguna de las dos cosas es una buena idea. Pero no vas a morir.

—¿No deberías tener fé en tus tributos?

Finnick no apartó los ojos de los de Glyndon. El verde mar perdido en el marrón chocolate. Dos ojos de un antes y un después. La experiencia y el miedo de lo que podría pasar.

—Sé como son los juegos, y tú tienes pinta de saberlo también. Después de todo tú abuela jugó hace más de cuarenta años.

Glyndon se tenso.

—En mi familia son un tema tabú —fue lo único que explicó.

—Está en tú sangre ganar, sweetheart. Recuerda que yo confío en ti, tú deberías hacer lo mismo.


















¡Gracias a todos los que estáis leyendo la historia!

Aunque actualice de vez en cuando espero que os esté gustando. Y ya que estoy, sé que votar es más fácil que dejar un comentario, pero me encanta leeros.

Pd: las estrellitas también, no nos mintamos.

Pd: las estrellitas también, no nos mintamos

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Killswitch, finnick odairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora