[Quince] "Donde..."

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-¡Lo tengo!

Alcé la vista y entonces lo vi. Sus ojos aún me quedaban lejos, pero no tenía que cruzar la calle para saber que eran verdes. Brillaban con el propio sol, y más ahora que había conseguido introducir la chapa en el orificio de la lata de Fanta para abrirla. Dentro sonaba Guilty y daba la sensación de que el ambiente se pintaba de color sepia acorde con la época. Distinguidas señoritas de distinguidas pamelas y faldas por la rodilla, con aquellos taconcitos horteras de cuatro centímetros y aquella sonrisa tan rara. Casi puedo verlas, dando la vuelta, mirándo a los clientes y... deteniéndose en sus ojos. Por que sus ojos brillan más que el resto. Oh, mon cheri...

Canta en inglés a pesar de ser la banda sonora del amor de una película francesa. Él ni se inmuta con mis desvaríos, pero sé que no se prestaría a tal aberración. Será que le conozco de mucho desde que el semáforo se ha vuelto rojo, pero siento que puedo leerle la mirada como si lo escribiera todo dentro. La verdad es que tengo treinta segundos para darme la vuelta. Ha vuelto a cambiar mientras pensaba en un encuentro de película.

-Tampoco quiero que piense que la estoy obligando, pero... -se detiene, da una vuelta al lugar con esos ojazos suyos y mira a su sitio libre de nuevo- puede sentarse si quiere.

-Oh. Gracias, mon cheri, pero no era necesario -su pelo se agita, su melena rubia hace que se quede estático, pasmado. Guilty llega a su punto cumbre, y él le sigue el ritmo con los pies. El resto chasquea los dedos-. Solo estoy de paso.

-¿De paso, dices?

-Un alma viajera nunca debe detenerse -contesta, y un viento se levanta. Agarra su pamela al tiempo que hace lo mismo con su falda. Tuerzo los labios. Aquella fantasía se me escapa de la mente-. O el viento me lo recuerda.

-Una lástima, señorita -oigo que se ríe, la voz más dulce que jamás haya existido-. Por que la mía es más bien solitaria.

Escucho que se rompe. El semáforo se pone en verde y la gente empuja y se retuerce para quitarme de en medio, pero yo solo escucho cómo un chip en mi cabeza se desconecta. Y ahora solo veo a la distinguida mujercita alejándose cada vez más de allí mientras él se ajusta la gabardina y continúa bebiendo de su café y leyendo el New York Times. No había pensado en eso. Había pensado en la cantidad de veces que tendría que tapar mi sonrisa para que no me creyera estúpida. O las veces que tendría que bajar la mirada para no clavarla en sus ojos, o en las maniobras que haría para que el café (que odio) no se me cayera encima al agarrarlo. Pero nunca pensé en que de verdad no quisiera mi compañía. Nunca había tenido en cuenta que fuese un alma solitaria.

¿Y si estábamos destinados a pasar de largo al encontrarnos?

¿Y si solo estaba destinada a encontrar almas solitarias?

¿Qué pasaría si...?

Tal vez no era solo su mirada o sus aires de grandeza. Era la sonrisa que portaba. La fina y radiante sonrisa de alguien que esperaba algo. Y no sé si reaccioné por que seguían empujando o por que me di cuenta de eso, pero no sabía realmente lo que hacía. No era rubia, ni distinguida, ni mis ojos se asemejaban al cristal escarchado en invierno. Tampoco tenía ese porte que todos miran al caminar ni mucho menos una pamela, por que me quedaban horribles. Pero si me detenía ahora no volvería a dar un solo paso más, y ya había notado el peso de la decepción y el rechazo mucho antes. No voy a negar que una chica no tuviese derecho a soñar. Pero sabía también que podría soportarlo una vez más.

Aunque esos ojos... esos ojos mataban de lejos.

Cualquier miedo exist... sí. Y qué ojos.

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