--¿Eh?
Se había aficionado a tocarle cuando sentía que podía llegar a perderle. Quizás era el tacto de su piel o el de su pelo, pero siempre había pensado que de necesitar tranquilidad no había mejor remedio que ese. Y además, se habían quedado solos. Desde que había empezado a cuidarle no habían tenido ni un solo momento de soledad, y aquello le había preocupado; temía el dia en que llegara a faltarle.
Era humana, como cualquier otra. Y sí. También le había mirado y había pensado que daba igual de qué color brillaran sus ojos mientras brillaran, cuan grande fuera su sonrisa mientras la hubiera, o qué podría llegar a decir mientras dijera algo. Aquellos labios que tanto había mirado y llegado a besar seguían allí, temblorosos, sin soltar sonido alguno. Sus manos seguían su vaivén sin ser consciente de que había perdido lo único que lo había mantenido cuerdo; ser escritor.
--Nada, en realidad.
--¿Qué es "nada"?
A veces se le iba la cabeza y le daba por preguntar cosas que en realidad sabía. Aunque no había sido la primera vez, y aspiraba a que no fuese la última.
Nada era... un todo, en realidad.
--Te marchitas...
--Lo sé.
--Y mi piel se cae a tiras.
--Lo sé.
--Y aun así... sigues siendo la mano que riega el jardín donde un día me plantaron...
--Mi rosa...
--Tan bello como siempre.
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1001 Historias de amor
RomancePequeños relatos románticos dedicados a todo aquel que ha estado, está, o estará enamorado. A todo el que me ha ayudado desde que llegué aquí. A mis hermanos mayores aquí dentro, espero que os guste.