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Sexoooo, sexoooo, sexoooo, pasele pasele!

Au del internado.

"Los chicos ya se fueron, quedaron sobras del desayuno, ¿vienes a que hagamos evaluaciones juntos?", leyó que decía el mensaje en su celular mientras buscaba su pluma roja.

Había pasado la semana de evaluaciones bimestrales y ahora debían calificar y promediar, y era una labor más llevadera de hacer con alguien.

Así que URSS no tuvo problema en responder que si mientras comenzaba a juntar sus cosas, que era su bonche de exámenes junto a su computadora y unos tableros de calcomanías de estrellas.

Encontró su pluma roja dentro de una taza vacía en la sala, tomándola para finalmente salir de casa con sus cosas dentro de una mochila.

Se dirigió a paso animado a la casa de Third, tocó la puerta y en menos de un minuto el alemán le abría con una sonrisa cálida.

Una sonrisa hogareña.

—Pasa, estoy terminando de acomodar mis cosas en el comedor —comentó el de menor estatura haciéndose a un lado, dejando pasar al eslavo.

Cuando la puerta se cerró, URSS se inclinó para depositar un rápido y dulce beso en los labios del azabache, quién rió bajito y aceptó aquel beso.

—Vamos, para que acabemos pronto.

Ambos se dirigieron al comedor, donde el comunista vio de forma ordenada las listas de clase de Third, sus exámenes a calificar, su computadora y una lapicera.

Colocó sus cosas a un lado, intentando no invadir el espacio de su pareja para evitar que se traspapelaran exámenes.

—Ayer mi madre dejó galletas antes de irse, así que te guardé algunas.

A URSS se le iluminaron los ojos al ver aquellos postres, adoraba las galletas de Imperio Alemán, eran las típicas que las abuelitas solian hacer y de las que no podías comer solo una.

—Si pudiera, me robaría a tu madre para que me haga de estás todos los días —bromeó el mayor, alzando las cejas a vista del alemán.

—Te volverías mi padrastro... Eso es muy enfermo, Soviet —le respondió Reich, sentándose en su respectiva silla.

—Vamos cariño, siéntate en el regazo de papá —URSS igual se sentó, viendo fijo al menor antes de que estallara en risas.

—Callate y ponte a trabajar —Reich le soltó un golpe en el hombro a su pareja para después tomar sus cosas y comenzar a evaluar.

Ambos tenían su modo de hacerlo.

Mientras que URSS primero revisaba las respuestas y después colocaba correcciones lo más claras posibles, acordé a como sabía entendía cada alumno, para finalmente colocar una calcomanía de estrella con una carita feliz; Reich simplemente calificaba y colocaba notas motivacionales junto a la calificación, dibujando incluso algunos animalitos en los exámenes.

A ambos les gustaba hacer eso porque veían que sus alumnos se ponían menos tristes por sus notas y trataban de mejorar en el siguiente examen.

Un ejemplo claro era como Canadá se emociona al ver un conejo en sus exámenes de historia, y Rumania terminaba despegando la estrella de su examen de química y se la pegaba en la frente por todo el día.

Eran esas pequeñas cosas las que aún motivaban a ambos profesores a hacer aquello.

Pasada una hora, URSS comenzó a distraerse, miraba al techo, a su computadora y al alemán a su lado. Reich le resultó más interesante, así que se recargó en su hombro y comenzó a darle besos en el cuello.

Cervezas y VodkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora