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¿Qué pasaría si...?

Edición: Reich no tuvo el aborto.

Decir que se sentía fatal era poco. Sentía más bien como si su vida estuviera saliendo de su cuerpo de forma violenta mientras vomitaba en el fregadero de la cocina.

Eso era lo peor, ni siquiera había podido correr al baño, sino que tuvo que hacerlo en el fregadero, donde tenía trastes que esperaban ser lavados.

URSS al escuchar el ruido corrió a la cocina, viendo a su esposo sostenerse de la barra de la cocina con mucho esfuerzo. Lo tomo por los brazos y lo ayudo a estabilizarse, dándole tiempo para ver si volvía a vomitar o no.

—Creo que me cayó mal el tofú del desayuno —murmuro el azabache, sintiéndose bastante débil.

Al ver qué ya no vomitaba, el eslavo tomo en brazos a su esposo y lo llevo escaleras arriba a su habitación, donde lo dejo con cuidado en la cama.

—Quiero que te quedes aquí a descansar, yo terminaré de cocinar y lavar los trastes —ordeno URSS, mirando con firmeza y dulzura al alemán.

—Pero...

—Sin peros, tu salud es primero, ya lo sabes.

Al principio, ambos pensaban que el malestar sería pasajero, o que a lo mucho duraría dos días, pero cuando al cuarto día el azabache siguió vomitando, URSS no dudo en tomar a su esposo y llevarlo al hospital con OMS.

La organización, un poco preocupada por el historial del alemán, ordenó una gran variedad de estudios clínicos para entender en qué parte de todo su cuerpo estaba el origen de su malestar.

Pero cuando los revisó, se tranquilizó.

—¿Y que tengo? —preguntó Third con nerviosismo, sosteniendo la mano de URSS.

—Déjenme preguntarles algo, ¿Tienen un plan de planificación familiar, o lo que les dije la última vez les entró por un oído y les salió por el otro?

Las dos ex naciones se miraron sorprendidos, ¿OMS estaba insinuando acaso algo?

—Nuestro plan es no tener más hijos, ¿Por qué? —respondió URSS.

—¿Si saben que la planificación familiar no es solo decidir cuántos hijos tendrán?

—Claro que lo sabemos, no somos estúpidos —contestó ahora Reich, frunciendo el ceño.

OMS tomo un marcador, subrayó algo en la hoja que tenía en su mano y se la entrego al alemán, quién la observo y se palideció ligeramente.

—Pues tendrán que mejorar su planificación familiar, porque viene el cuarto bebé en camino.

Ambos estaban sin palabras, bastante sorprendidos, se supone que aquello no debía pasar, habían sido más cuidadosos. Habían usado algunos preservativos y URSS trataba de no terminar dentro.

—A veces siento que entre más información hay, la gente es más estúpida —murmuró OMS para si misma.

—Hemos tenido el mismo cuidado los últimos cinco años, tu dijiste que mi fertilidad había disminuido bastante por el parto de Reiviet, y cuando nació Bernadette me dijiste que mis probabilidades ya era casi nulas, ¿por qué nos dices estúpidos entonces? —reclamó de inmediato el azabache, enfadado.

—¿Cuándo la gente va a entender que casi nulo no es igual a completamente nulo?, ¿Siquiera entendiste cuando te dije esto mismo cuando te embarazaste de Nazviet?

Fue extraño para ambos volver a vivir un embarazo después de cinco años.

Reiviet ya tenía nueve años, Nazviet seis y Bernadette cinco; ya eran niños grandes que no pedían otro hermano porque ya tenían otros dieciséis hermanos que suplían esa labor, además de que también contaban con Fritz, Viveka, Jalina, Giorgio, Lee, Patricio e incluso Ethan.

Cervezas y VodkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora