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¿Qué pasaría si...?

Edición: Reich no superó las 72 horas después del parto donde nació Reiviet.

Toda su vida se había desmoronado en un instante.

Un momento estaba sentado en el sofá reclinable junto a la cama de su esposo, sosteniendo su mano mientras lo veía dormir entre aquella maraña de cables, tubos y aparatos, y al siguiente una máquina hacia un pitido alarmante que lo había asustado.

Y al siguiente, OMS le decía que su esposo simplemente había colapsado en aquella cama. Que el sangrado había seguido internamente y esto había acabado con su vida.

Third Reich, su amado esposo, el amor de su vida, su compañero, su amigo, su salvavidas... su "enemigo", había fallecido.

Se había ido.

No supo cómo procesarlo, no fue capaz de consolar a Alemania cuando esté perdió por segunda vez a su padre. No pudo ofrecer palabras de consuelo a sus otros hijos, ni a sus amigos, ni a los allegados del alemán mayor.

Se había quedado estático y callado, intentando procesar esa noticia.

Simplemente su cerebro no lo asimilaba. Tenía una sensación de irrealidad. Como estar viendo una película en primera persona.

No pudo entenderlo mientras se llevaba a cabo el funeral del menor. No pudo entenderlo cuando Mijaíl, el asistente de Islandia, le brindo un abrazo y le dio el pésame. No pudo entenderlo cuando vio bajar el féretro en un hoyo que se había hecho junto a la tumba de Imperio Alemán, para que padre e hijo descansaran en paz juntos.

No pudo entenderlo cuando volvió a casa de Rumania y se sentó solo en la cama que ambos solían compartir.

Solo lo entendió cuando, a la mañana siguiente de haber vuelto a casa de su amiga, hizo sin darse cuenta dos tazas de té de fresas, el favorito del alemán.

Solo hasta ese momento su mente hizo clic, porque nadie más que ellos dos tomaban ese té, y ahora no tenía por qué preparar dos tazas.

Se rompió en medio de la cocina, sollozando como si de un niño desconsolado se tratase, cayendo al piso mientras el aire le faltaba por los intensos sollozos que salían de su garganta.

Fue una suerte que Austria estuviera visitando a su hermana ese día, ya que se evitaron una ida al hospital para intentar estabilizar al comunista.

—Deberías ir con OMS, debes intentar procesar esto antes de al menos poder cuidar de tu bebé.

La mención de su hijo por parte de Austria lo sorprendió. No había pensado en su pequeño en todo ese tiempo.

De forma impulsiva terminó yendo al hospital, justo al área de cuneros, donde su pequeño bebé dormía tranquilamente mientras los aparatos a su alrededor monitoreaban sus signos vitales.

No lo tocó como antes había hecho, solo se limitó a mirarlo durante una hora entera, sintiendo si su pecho estuviera siendo aplastado por una piedra enorme.

¿Por qué su hijo estaba allí, pero su esposo no?

¿Por qué ese bebé que al principio parecía no tener muchas esperanzas, estaba ahora con lo que parecía ser una excelente salud, pero su esposo no?

¿Por qué la vida le había quitado a su esposo?

¿Por qué?

Esos pensamientos sombríos lo perturbaron al grado de hacerlo temblar, no se supone que deba pensar así de su hijo, él no tenía la culpa de nada.

Pero no podía evitar pensar así.

Lo había intentado, pero no podía hacerlo. Sentía que algo estaba mal, no sentía correcta aquella situación. Tampoco sentía el cariño que había sentido por su hijo durante el embarazo, como si un interruptor en su interior se hubiera apagado.

Cervezas y VodkaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora