CAPÍTULO 24: La noticia

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No echaba de menos ni un poco la alarma de Minho. Como todas las anteriores veces, yo me desperté y él siguió durmiendo. Esta vez nos habíamos levantado más temprano, el cielo aún tenía un tono anaranjado del amanecer.

— A levantarse — Le moví un poco para que se despertara del todo.

— Cinco minutos más —. Habíamos dormido toda la noche abrazados, él se puso en una posición más cómoda, sin quererse levantar.

— ¡Tengo hambre! — Intenté moverme hacia el otro lado, pero no pude: me abrazó más fuerte.

— ¡Tú siempre tienes hambre!

— ¿No te apetecen unas galletas de Fritanga?

— Me apetece dormir.

— Felicidades, a mí no — Me removí hasta que logré salir. Él se levantó de golpe y se estiró.

— Sí, no te cortes — Me puse las botas y fui hasta la puerta.

— Enana, espérame — Él se estaba acabando de atar los cordones —. Ni un beso de buenos días... — Susurró.

— Te he oído. Espabila — Salí de la cabaña y me fui hacia la cocina. Fritanga aún no se había levantado. De hecho, éramos los únicos.

Fui a la cocina a por un vaso de leche, puse unas cuantas galletas en un plato y me lo llevé en una bandeja hasta la mesa. Minho vino segundos después, con el mismo desayuno.

Lo miré asqueada y con el ceño fruncido cuando se comió la galleta que anteriormente había mojado en el vaso de leche.

— ¿En serio mojas la galleta en la leche?

— ¿Nunca lo has probado? Está buenísimo.

— No, gracias.

— Tú te lo pierdes.

Cuando acabamos el desayuno, Minho fue hasta la sala de mapas y yo fui hacia mi cabaña. Anoche, no caí en que necesitaba el arco hoy y lo dejé sin querer con Teresa. Entré silenciosamente (ya que estaba dormida), cogí todo el equipo y me fui hasta la sala de mapas. Minho ya tenía puesto su arnés y sujetaba los materiales para hacer las nuevas flechas.

— Mientras tú preparas las flechas, te prepararé el almuerzo.

Y así fue, preparé seis flechas con alcohol y seis sin. Me guardé la caja de cerillas en el bolsillo y fui hacia la entrada, donde me esperaba Minho. Las puertas aún estaban cerradas.

— Vale, iremos hasta la sección siete, daremos una pequeña vuelta y volveremos. Mañana entraremos con Thomas e investigaremos la sección a fondo. Volveremos a la hora de comer.

Las puertas se abrieron y estuvimos corriendo durante un buen rato por el laberinto. Ninguno de los dos habló, yo solo corría detrás de Minho con el arco en la mano.

— ¿Almorzamos? — Dijo después de un par de horas. La verdad es que lo agradecí.

Nos sentamos en el suelo, apoyando nuestras espaldas en la pared. Minho se sentó a mi izquierda y me dio mi almuerzo. Después de charlar un rato, al acabar de comer nos levantamos y seguimos corriendo.

De repente, Minho se paró en seco, se giró hacia mí y me hizo un ademán de silencio. Yo obedecí mientras fruncía el ceño, el corredor me respondió llevando su mano hacia su oreja, indicándome que debía atender al sonido.

Al escuchar más detenidamente, pude oír unos pasos metálicos y pequeños rugidos de una criatura: se trataba de un lacerador. Cuidadosa y lentamente, saqué una flecha del carcaj intentando hacer el mínimo ruido. Agarré el arco y la flecha en alcohol ya colocada con una mano, con la otra saqué la caja de cerillas para dársela a Minho, el cual tenía su cuchillo en la mano.

The maze runner fanfic | MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora