Avance

371 49 3
                                    

El tiempo había pasado tan rápido. De un momento a otro todo cambió. Las cosas parecían ya no verse tan oscuras.

El año estaba en su recta final y acompañado de frentes fríos, lo cual no era una buena señal. Esto, al igual que muchas otras cosas en su mayoría exageraciones, era una gran señal de peligro para el padre aprendiz.

Temiendo cada día por su pequeño, Leo comenzó a planear cómo proteger a su niño ante tal clima, era verdad que se volvía divertido jugar en la nieve, pero siempre y cuando se hiciese con el abrigo adecuado.

El sol apenas salía y ese día el más pequeño del hogar se encontraba durmiendo en su propia habitación y no en la de su cuidador extrañamente, el día anterior decía haberse sentido "un niño grande"; aunque siendo sinceros no había gran diferencia. En especial y a resaltar el que esa noche se había quedado hasta tarde viendo televisión.

Leo decidió darle algo de libertad y permitirle hacer cosas de su edad, aun cuando él se sentía vacío al no ser necesitado por su niño.

Como de costumbre, el revoltoso adolescente irrumpió en la habitación de repente. Con gran escándalo despertó al menor y le sacudía con emoción.

Í: Arriba, date prisa y ven-sin explicaciones sacó de la cama-

El muchachito no entendía nada, su cerebro apenas se estaba iniciando. Caminaba arrastrado por los tirones de su mayor escaleras abajo.

D: ¿Qué sucede? -intentada comprender mientras tallaba su ojo con su puño-

En seguida cuando levantó la mirada en espera de una respuesta, observó al rubio abrir la puerta y dejar vista al jardín lleno de nieve. El sueño desapareció y conectó su mirada con la del otro chico para corroborar que ambos tenían la misma idea.

El primero en salir fue el mayor quien a pocos metros de haber salido corriendo se lanzó a las montañas de nieve, el castañito le siguió y sintió recorrer un escalofrío por todo su cuerpo. Sus expuestos pies detectaron el frío inmenso del exterior.

Antes de que pudiera pronunciar palabra una bola de nieve impactó contra su cara. El ojiesmeralda le miraba con determinación, cargando unos cuántos proyectiles más y uno en su mano listo para ser lanzado.

El contrario le sonrío con provocación y comenzó a correr y lanzarle de igual manera. El escándalo llegó hasta oídos del azabache a cargo. Los minutos pasaron y entonces entendió. Esas risas no provenían de abajo sino de afuera, donde estaba lleno de...

L: Donovan-reaccionó y se puso de pie en milésimas de segundos-

Corría hacia la planta inferior con miedo, su hermano no pensaba las cosas antes de actuar y estaba bien, si iba a ser un idiota que lo fuese solo y no comprometiera a su niño.

Al llegar hasta el conflicto de nieve hizo notar su presencia con molestia.

L: ¿Qué hacen ustedes dos aquí afuera a estas horas?

Los interrogados se levantaron y de no ser por la seria expresión de Leo le hubieran mostrado su ángel de nieve. Ambos estaban esperando un regaño, pero había valido la pena. Temblaban de frío, pero no lo admitirían, su honor estaba congelado como para entregarlo.

D: Estábamos...¿jugando? -intentó suavizar su consecuencia-

Í: Sí. Solo salimos a diver...

L: ¿Qué tiene de divertido estar congelándose a las siete de la mañana? -interrumpió con serio tono-

De acuerdo, esta vez en serio habían hecho enojar al azabache.

Ambos solo escuchaban el reproche y entraban a paso lento, Donovan en especial con temor.

L: Vayan a cambiarse pronto o se enfermarán-ordenó cerrando detrás de sí la puerta-

Í: Sí, sí. Lo que digas-habló de forma burlona- Me debes una revancha, mocoso.

Eso fue lo último a oír del joven impertinente antes de huir a su habitación. Por otra parte, el castañito solo se quedó allí en silencio, detrás de su cuidador.

L: ¿Y tú qué esperas para ir a cambiarte? -disminuyó su tono, aunque no dejó de sonar serio-

D: ¿Me ayudas? -extendió los brazos en espera de enternecer y escapar del regaño-

L: Tú...-acarició el puente de su nariz intentando calmarse- Está bien. Eres un pequeño tramposo.

Leo no pudo contener la ternura de su niño y le tomó en brazos, estaba molesto sí, pero no por eso iba a desaprovechar la oportunidad de reponer todo el tiempo sin su pequeño el día anterior.

Al llegar a la habitación el mayor dejó al chiquillo en la cama, mientras buscaba algo cálido en el armario de este, un estornudo sorprendió a los presentes. Justo lo que le faltaba.

D: Lo siento-atinó a decir sonriendo nervioso-

L: Ya pasó, calma. Solamente por favor asegúrate de abrigarte la próxima vez-acarició la cabellera del contrario-

Sin poder responder el menor soltó otro estornudo. Definitivamente se había resfriado.

El mayor suspiró y se apresuró a vestir al castañito. Terminó por ponerle un suéter de tela color azul oscuro, encima de ello un hoddie celeste de su talla, un pantalón de pijama blanco muy cálido y mullido al igual que unos calcetines altos color cian.

Algo hacía falta...

D: ¿Pasa algo? -sonrió al ver la concentración de su mayor-

Eso era, el parco muchacho notó lo que faltaba, en seguida tomó de la mesa de noche del menor un chupete blanco y salió un momento a sanitizarlo. Durante ese corto período, Donovan volvió a ser consciente de lo atento que había sido el de cenizos ojos, incluso cuando por sus travesuras se había enfermado.

L: Ahora sí estás listo, lindo-dedicó una cálida sonrisa deslizando el objeto en los labios diminutos frente a él-

Y ahí estaba de nuevo. Leo se portaba de forma tan especial y única con él, no le importaba sus errores, seguía estando allí junto a él. Una vez más, estaba agradecido de tenerle en su vida.

D: Gracias y...perdón...-cabizbajo formuló detrás del chupete-

L: ¿Por qué esa carita, príncipe? -en un suave tono indagó-

El mayor se sentó al lado y de inmediato Donovan se trepó a él.

D: Por lo de hoy, no pensé en lo que hacía y ahora me refrié-hecho un ovillo en las piernas del contrario habló apenado-

El azabache rio bajo y envolvió en un abrazo al frágil ser en su regazo. Se sentía muy orgulloso de él. Hace unos meses el menor apenas pronunciaba palabra y ahora incluso ha aprendido a asimilar sus errores.

L: Príncipe, tu resfriado no es por haber salido a jugar en la nieve-sonrió al ver la reacción se sorpresa provocada- Exponerte al frío no te provoca un resfrío, son los virus que vuelan por el aire, en especial en esta temporada.

Otro día más en el que el párvulo aprendía algo. Su cuidador era en verdad muy sabio.

D: Entendido. Por cierto...-con sonrojo jugaba con las cintas del hoodie ajeno- ¿Crees que puedas darme uno?

El azabache entendió sin más. Su niño tenía hambre y era razonable por la hora. Amaba a su pequeño.

L: De acuerdo, ¿pero cómo se dice? -con intenciones de sonrojar más al chiquillo jugó-

D: Por favor, papi...-avergonzado cubrió su rostro con sus manos-

No le apenaba decir aquel apodo, no desde hace ya bastante tiempo, pero le era algo complicado pronunciarlo cuando no se encontraba en su espacio mental pequeño.

En la cocina, poco a poco el castañito se deslizaba, sentía mucha paz cerca de su cuidador, además, el aroma de la leche caliente le hacía tener aún más hambre. Como siempre, no lo admitiría, pero realmente le agradaba aquella actividad tan íntima entre su cuidador y él.

Esperaba sentado en la encimera mientras jugaba con sus manos al mismo tiempo que recibía miles de halagos de su mayor. A pesar del clima, el momento le causaba un cálido sentimiento en su interior, en su corazón para ser exactos.

.....................

Todo estará bien mi pequeñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora