Por fin, el tan esperado día por todos había llegado. Aquella mañana de sábado era muy tranquila, pero también era muy helada. El viento resonaba por las copas de los árboles cercanos y el sol comenzaba a salir.
Por costumbre más que por otra cosa, Leo despertó, pero esta vez no como todas las mañanas, esta vez era especial, esta vez tenía a su pequeño con él, descansando luego de una semana llena de emociones, sin mencionar todo lo ocurrido el día anterior.
El azabache no podía pensar en otra cosa que no fuese lo adorable que se veía su niño mientras dormía. Con una de sus manos retiró los cabellos que cubrían el rostro del castaño y dejó escapar una sonrisa. Todo era tan perfecto con él a su lado.
Era bastante de mañana, sería mejor dejar descansar un poco más al pequeño. Después de todo, no tenían planes para ese día más que pasar el día juntos.
En un intento de no despertar a su niño, Leo se levantó de la cama y se aseguró de cubrir por completo con las mantas al menor, hacía frío en el lugar.
Siendo las 7 de la mañana, Leo salió de la habitación, no sin dejar rodeado de almohadas a su niño, y bajó a la cocina, se sentía un poco mal, era probable que en los últimos días se habría resfriado, pero nada grave. Vio por la ventana y pudo mirar que hacía un buen día afuera; o quizás era que percibía todo como si fuera lo más bello del mundo al tener al castañito a su lado.
Seguido de un bostezo, el aún somnoliento joven admirador del exterior se fue a beber algo de agua y subió de nuevo a su habitación. Al entrar, se fijó que su escritorio, había dejado algunas cosas desordenadas sobre este por dormir junto a Donovan, era claro que no desperdiciaría esa oportunidad.
Dentro de uno de los cajones del mueble encontró una tarjeta con un número...a lo que recordó a quién pertenecía. Lo había olvidado por completo, tal vez sería buena idea hablar con ella.
Dudando si estaría bien llamar a su vieja amiga, el sobreprotector muchacho da un vistazo más a su pequeño y al notar que aún duerme, decidió hacerlo.
El tono comenzó a sonar y luego de unos segundos se obtuvo respuesta del otro lado de la línea.
As: ¿Bueno? ¿Quién habla?
Tomando un profundo respiro, Leo respondió de la manera más calmada que pudo.
L: Hola...ah...habla Leo, perdona por no llamar antes, estuve...algo ocupado-respondió tras ver a su niño recordando todo lo sucedido últimamente-
As: ¡Leo! Me alera escucharte y no te preocupes, sé que tienes tus propios asuntos. Y dime, ¿A qué debo tu llamada? -dijo alegre la joven-
Hasta dicho punto Leo ni siquiera sabía por qué lo había hecho, solo lo hizo.
L: Bueno...creo que solo quería saludar y hablar un poco ya que la última vez que nos vimos no pudimos terminar de conversar, también lo siento por eso-atinó a decir al recordar aquella mala situación-
As: Descuida, parecía algo serio y muy personal. Por cierto, hoy tengo planeado visitar el viejo club de teatro, digo, si no tienes nada por hacer quizás podamos vernos para conversar, ¿Qué dices? -propuso con gran esperanza en su voz-
El azabache no sabía qué responder, en serio quería pasar el día con su amiga luego de tanto tiempo, pero por otro lado también quería hacerlo con su niño.
L: Bueno...yo...no creo poder, hoy...-intentó pensar en alguna excusa-hoy tengo que cuidar a un niño, y no creo que hoy sea muy buen día-dijo la verdad, a fin de cuentas, al menos algo parecido-
La pelirroja pensó un poco y recordó a aquel niño que Leo cargaba cuando se reencontraron, quizás se refería a él; además, si ella le ayudaba sería incluso menos difícil.
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Todo estará bien mi pequeño
AcakLeo, un estudiante de la preparatoria, quien lleva una gran relación de amistad con el hermano menor de su mejor amigo Alan, se hace cargo del menor en un nuevo estilo de vida. Leo consigue por fin encontrar su razón de seguir adelante y dejar atrás...