Un rugido se escuchó ligeramente en la habitación. No era más que la barriguita de Donovan al recordar la hora y pedir ser alimentado. El estruendo hizo despertar al menor y con sorpresa abrió los ojos tras un quejido.
Lo único que recordaba era haber regresado a casa y hablar con Leo, mismo sobre el cual se hallaba recostado. Al ver el rostro del mayor...le causó preocupación. Su cuidador lucía angustiado...quizás tenía malos sueños.
El ojimiel se trepó en el azabache y de pequeñas picadas con su dedito al rostro del contrario, por fin despertó. Algo asustado y parecía haber sudado frío.
D: ¿Papi tenía sueñitos malos? -preguntó en tono infantil-
Si no fuese por el susto y los malos recuerdos del sueño, el parco joven habría alzado de felicidad al muchachito. Aparentemente había logrado despertar de la corta siesta en su estado mental más pequeño y eso, obviamente, le emocionaba en grandeza al azabache.
L: Así es, lindura. Gracias por despertarme-sonrió incorporándose-
El menor estaba realmente feliz de poder ayudar a su cuidador. Se sentía muy bien; extraño, pero bien. Como si...pudiera ser él al cien por ciento.
D: Lo que sea por papi-emocionado declaró para luego abrazarse al cuello del mencionado-
El reloj marcaba las tres de la tarde y eso significaba que era hora de comer.
L: ¿Qué te tiene tan enérgico, príncipe? -cuestionó dedicando una gran sonrisa-
El castañito no sabía muy bien como describir lo que sentía; en realidad formular las palabras. No encontró mejor idea que extender su manita y mostrarle a su cuidador tres de sus deditos.
L: ¿tres? -confundido ladeó su cabeza-
D: ¡Yo! -animado exclamó-
Ahí Leo entendió a lo que su niño se refería. Le parecía muy tierno la manera en que intentaba hacérselo saber.
L: Comprendo, así que mi lindo niño es uno de tres añitos-proclamó con fervor-
El azabache atacaba al menor con miles de caricias y besos. El ambiente era llenado con las risas del más pequeño.
D: Papi...-pidió al calmarse-hambre.
Donovan ya no se sonrojaba tanto al decir ese apodo, incluso le tomó cariño y gusto al pronunciarle. A decir verdad, decía cortas frases o palabras porque su cabecita hasta allí se lo permitía.
L: En seguida, ternura. ¿Qué te gustaría? -invitó tomándole en brazos para salir-
Por más que tratara de encontrar una idea concreta, no la obtenía. El menor luchaba por entenderse a sí mismo. No quería algo salado, tampoco ácido; pero tampoco algo dulce o agrio; era tan complicado decidir.
D: No sé...-expresó con un pucherito-
Leo se estaba acostumbrando a la etapa pequeña del menor y eso comenzando por entender sus necesidades cuando este no se las transmitía claramente.
L: ¿Algo frío? -probó adivinar-
La respuesta del chiquillo fue negar con la cabeza. No quería eso definitivamente.
L: Tal vez...¿algo salado? -intentó de nuevo al mismo tiempo que lo sentaba en una silla-
D: No. Ligero-procuró esforzarse a ayudar con esa palabra muy de niño grande-
L: Entiendo...-con la vista buscó respuesta al rededor-
La cocina estaba llena de cosas, pero no todas las cosas eran del agrado del castaño. Al abrir el refrigerador con la esperanza de hallar ahí la solución, le llegó una idea...pero no estaba seguro. Después de todo su niño estaba en su estado pequeño así que...podría intentarlo.
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Todo estará bien mi pequeño
DiversosLeo, un estudiante de la preparatoria, quien lleva una gran relación de amistad con el hermano menor de su mejor amigo Alan, se hace cargo del menor en un nuevo estilo de vida. Leo consigue por fin encontrar su razón de seguir adelante y dejar atrás...