Pequeños y grandes, largos escalones interiores

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Un nuevo día resplandecía, era muy de mañana, pero un pequeño muy inquieto se removía entre las mantas de su cama. No podía contener sus ansias por ver a su cuidador principal; pero no quería llegar a interrumpir su sueño, era una situación tan complicada. El sol ya había salido y se colaba por las cortinas de la habitación, se sentía una brisa fría y un alrededor muy callado.

El chiquillo se abrazó a su amigo mapache de felpa, le hacía compañía mientras trataba de no usar sus deditos para calmar su ansiedad, sí, tenía su chupete al borde de su mesa de noche, pero últimamente intentaba no hacerse tan dependiente a él.

Tras un par de minutos no pudo más, prefería sentir algo de pena que dañar sus dedos. Con algo de timidez se sentó en la cama y llevó aquel tan tranquilizador objeto hasta sus labios, lo deslizó y cerró los ojos, se sentía tan bien.

Su rostro se tiñó de ligero carmín cuando al abrir sus ojos vio a su peluche observándolo muy directamente.

D: Será nuestro secreto-habló detrás del chupete haciendo una seña de silencio con su índice-

Era un poco frecuente esa sensación, era extraña mas no desagradable, todo lo contrario, le gustaba sentirse así...así de pequeño. Leo le había dicho que no estaba mal sentirse de esa manera, y confiaba ciegamente en su palabra.

De pronto, su celular marcó las 8:00 de la mañana, haciendo sonar su alarma. Con emoción la apagó y se puso de pie. Hacía ya bastante que no usaba como antes ese objeto, algunas veces lo utilizaba para estar en contacto con su hermano mayor o entretenerse vagamente, pero desde que vivía en ese hermoso lugar el mundo parecía mucho más grande que una pantalla.

Desbordante de felicidad, el menor se puso sus pantuflas de conejito, regalo del azabache, y tomó en brazos a su amigo de felpa para luego dirigirse a la habitación de al lado. Con mucho cuidado y silencio abrió la puerta y alcanzó a ver la figura de su mayor en la cama, aún dormido, el lugar era bastante oscuro cuando él no se quedaba allí.

Callado y cerrando detrás de sí la puerta, se acercó a la cama del dueño de la habitación y se trepó a la cama, se recostó y sintió una calidez en su interior, le encantaba estar cerca del muchacho. Por poco olvidaba el chupete en su boca, se lo retiró y guardó en el bolsillo de la camiseta de pijama y se acurrucó aún más cerca del azabache.

La aparición del más pequeño de la casa hizo que Leo se removiera un poco en su lugar, dejando a la vista del menor su dormido semblante. Para este último, poder apreciar al chico frente a él dormir era una cosa maravillosa, porque sabía que estaba recargando energías de todo el gran trabajo que hacía siempre.

De un momento a otro, sus ojos se empezaron nuevamente a cerrar poco a poco, el aura era muy cómoda como para no caer en un sueño profundo. Al pasar una hora el resto de la familia se levantaba, al fin y al cabo, el ciclo escolar había terminado y era sábado.

Leo también despertaba con el ruido del exterior, y para su fortuna, con un pequeño a su lado. Ya era costumbre que el menor llegara a invadir su cama de forma furtiva. Le acarició la mejilla y apartó algunos rebeldes cabellos, su niño era tan hermoso.

El mayor sabía que su pequeño no querría levantarse, y muy sinceramente él tampoco quería hacerlo teniendo esa hermosa vista. Mejor, sacó del bolsillo del menor el chupete que ya conocía dónde lo escondía, y se lo puso al castañito con delicadeza para después acercarlo más a él cubriéndolo bien con las mantas.

L: Te amo, mi pequeño-susurró pasando a dejarle un beso en la frente-

Allí también se encontraba el bandido de felpa, solamente que lo hacía en el suelo pues su dueño era algo inquieto al momento de dormir. Hacía no mucho que lo había adoptado, pero ahora el castaño iba a todas partes con él, entrando en angustia si no sabe de su ubicación, temiendo si no está para defenderle de los monstruos de la noche.

Todo estará bien mi pequeñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora