Habían pasado ya dos días desde la cena familiar y Donovan ya estaba mucho mejor. Su recuperación había sido rápida afortunadamente, el menor estaba cansado de tener que tomar ese medicamento tan horrible, pero por otra parte los mimos que su cuidador le daban complementaban el tratamiento.
Hoy podía disfrutar de jugar en su propia habitación tranquilamente, sin tareas o profesores malvados. Las vacaciones eran su época favorita, pero no solo por descansar de la escuela, sino porque eso significaba que tenía mucho más tiempo para pasar junto a su cuidador.
Hablando del mismo, Leo dormía profundamente en su cama. Este se sentía cansado últimamente, el frente frío le robaba todas las ganas de hacer algo. Además, su pequeño le había dicho que se sentía algo grande, así que podía confiar en él y descansar un rato.
Donovan en realidad se sentía poco grande, pero era muy consciente de todo el esfuerzo que el azabache había hecho para cuidarlo esos días en su recuperación; sin mencionar lo de aquella reunión. Es así que decidió darle un merecido descanso.
El castañito sabía muy bien que de alguna manera eso le había afectado a su mayor, siempre trataba de mostrarse fuerte frente a él, pero incluso Leo necesitaba a veces dejar salir algo de su sentir.
Eran alrededor de las tres de la tarde, no había nadie en casa más que ellos. Todo eran tan tranquilo, incluso el más pequeño del hogar se había escabullido para tomar uno de los abrigos de su cuidador y disfrutar de su calor y aroma.
Con extremo cuidado y pasión el ojimiel pintaba en su lienzo. Últimamente Leo le había comprado muchos materiales nuevos de arte y que mejor manera de agradecérselo que usándolos para él.
Fue hasta que su concentración se vio interrumpida por el resonar del timbre en la casa. Hacía tiempo que no lo escuchaba, lo que significaba una cosa.
Con cuidado dio un pequeño salto de su silla y bajó hasta la puerta principal. No deseaba que el descanso de su cuidador fuera igualmente perturbado.
Con algo de esfuerzo abrió y delante le sonreía una joven. Ahora que lo recordaba su rostro le parecía conocido.
D: Hola...-habló tímidamente escondiéndose parcialmente tras la puerta-
La dama se enterneció y se inclinó un poco a la altura.
Ae: Hola, pequeño. Soy familiar de Leo. ¿Me recuerdas? -con gran brillo le preguntó-
Era verdad. Era aquella chica de la cena, la única que fue amable con él. No era una desconocida así que podía hablarle, además que era familiar de su cuidador por lo que estaba bien dejarla pasar como la otra noche.
D: Sí, tú eras...Alice-se aventuró a salir un poco de su escondite y sonriendo un poco-
Ae: Así es. Siento mucho lo de la otra noche, no nos presentamos muy bien. ¿Cuál es tu nombre?
D: Donovan-respondió empezando a sentirse nervioso-
Ae: Pues es un nombre muy lindo como tú. ¿Está alguien contigo?
El menor no quería despertar al azabache, pero también sabía que no debía mentir. Demasiado dilema para una cosita tan pequeña y adorable.
D: Bueno...sí, pero...Solo está pa...-se contuvo a decir aquel apodo frente a la chica-Quiero decir, Leo.
La castaña le sonrió y revolvió el cabello. El chiquillo se veía muy mayor como para ser en serio hijo de su primo. Había algo extraño en él, no comprendía el lazo que los unía, pero tampoco sería impertinente.
Ae: ¿Y podrías llamarlo por mí, por favor? -con la mayor calidez posible pidió-
D: Claro-aceptó con una sonrisa nerviosa-
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Todo estará bien mi pequeño
DiversosLeo, un estudiante de la preparatoria, quien lleva una gran relación de amistad con el hermano menor de su mejor amigo Alan, se hace cargo del menor en una nuevo estilo de vida. Leo consigue por fin encontrar su razón de seguir adelante y dejar atrá...