Los dioses de la lujuria (como Afrodita y Eros), crean a las mujeres Futanari en el mundo de DC. Los restantes Dioses se percatan de esto, pero no pueden curarlas y si se salen de control por su lujuria, causarían un caos inmenso.
Afrodita les dice...
No me pertenecen los personajes de DC. Sean héroes o villanos.
Cuando Daniel se marchó de Ciudad Star, no sin antes recibir en recepción, un obsequio de "Tu hermana mayor: A. Crock", el apellido de identidad secreta de Artemisa.
Cuando estuvo en Washingon, abrió el paquete: Un arco nuevo y muchas flechas. Una dulce sonrisa, apareció en los labios de Daniel. Habían flechas rosadas y verdes. Eso significaba, que Cupido y Artemisa, se pusieron de acuerdo, para ese obsequio.
Se preguntó por un momento, qué lo había llevado hacia Washinton.
Pues no había nada extraño, así que fue a un hotel, se registró y se lo tomó con calma, comprando ropa y preparando un nuevo traje de héroe, por si alguna vez, no podia acceder al anterior.
Entonces, todo comenzó a temblar, al mirar por la ventana, se topó con un ejército de Golems de roca roja, que marchaban; mientras una mujer de cabello negro en rulos, llevaba un vestido violeta; flotaba en el aire, con las manos envueltas en luz roja.
Pronto, apareció una mujer pelinegra, vestida con lo que sólo podría describirse, como un traje de baño de colores azul oscuro, con una falda del mismo tono, con detalles metálicos sobre el busto, así como vestirse con una tiara, unos brazaletes plateados, una espada en la mano derecha, un escudo en la izquierda y un lazo que tenía un aura dorada. Atacó de frente a los Golems de roca, sin temor. Destruyéndolos al golpearlos con su escudo o al cortarlos verticalmente o incluso decapitarlos.
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Pero eso no duró mucho, debido a la gran cantidad de Golems y a que la mujer del vestido violeta. —Este es el fin, Diana. —dijo la mujer complacida —Es tu fin y luego, lo será de tus hermanas. ¡Circe ha ganado!
Diana se puso de pie, con dificultad, apoyándose en su espada. —Esto aun no se acaba. —vio algo por el rabillo del ojo, corriendo hacia ella, entre más se acercaba, más rápido entendía —Te has aliado con Barbara Minerva, ¿Eh, Circe?
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