IX

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—¡Piratas a la vista!

La capitana Cho dejó de mirar el mapa, se acercó a un espejo para asegurar de que su maquillaje siguiera perfecto y con pasos juguetones y coquetos salió de su oficina. Su tripulación se alejó de ella para darle el camino hacia la proa del barco. Miyeon se veía hermosa como todos los días. No solo su maquillaje estaba perfecto, también lo estaba su cabello que hace dos días hizo rulos porque se puso a pensar que para conquista el corazón de un príncipe debía de ser diferente a todas las mujeres que iban hacia ellos. 

Colocó un pie a la baranda del barco y se subió para ver a través del su catalejo la bandera pirata de un barco bastante común. Su vestido rosado se movía grácilmente al compás del viento, añadiendo un toque de serenidad y autoridad a su figura. A pesar de su peculiar personalidad, cuando estaba concentrada en algo, su tripulación a menudo olvidaba su extravagancia y la veían como una verdadera capitana que tanto respetaban. 

Con su mente completamente lejana a la situación, Miyeon soltó un largo suspiro mientras sus pensamientos solo eran de lo mucho que odiaba dar órdenes. Anhelaba la tranquilidad y la simplicidad de un castillo, un lugar donde su felicidad era prioridad y donde un príncipe sería quien diera las órdenes a un país para complacerla.

—Preparen los cañones para el ataque—comandó con firmeza mientras descendía del mirador, observando cómo su tripulación se apresuraba a seguir sus órdenes—Apunten al barco y no disparen, al menos que yo de la orden. Guarden las velas, ellos vienen hacia nosotros y haremos que pierdan la batallas que ellos comenzaran. Giren a estribor para felicitar los disparos de los cañones. 

—¡Si, capitana!

—Escuadrón uno, rodeen el barco. Escuadrón dos, prepárense para el abordaje. Escuadrón tres, aseguren nuestras provisiones

Mientras su tripulación cumplía cada una de sus órdenes, ella se quedó en el centro, vigilando que todos estuviesen trabajando hasta en las cosas que ella no había ordenado hacer. No quería ver a nadie quieto ni escapando. Cuando el barco ya estaba bastante cerca, alzó su mano y la gente estuvo atento de su siguiente orden. 

—¿Cañones en posición?

—Si, capitana. 

—Fuego en tres, dos...—se quedó callada al ver el pequeño cuerpo de la capitana Jeon sobre la punta del otro barco. La presencia inesperada de Jeon interrumpió el flujo de sus pensamientos estratégicos, dejándola momentáneamente sin palabras ni acciones—¡Alto!—su tripulación la miraron, estaban completamente confundidos. 

En los dos meses se había logrado recordar quién era la capitana Jeon. Recordó cuando la conoció y le contó que quería ser una princesa. Eso era algo que su padre le había obligado a ocultar para así ser una mujer más respetada. Nadie en su barco sabía sobre su obsesión y con el tiempo su antigua tripulación lo había olvidado. 

La capitana Jeon conocía su debilidad y ordenó a que todos bajen para enfrentársela ella sola. Tan solo el escuadrón dos estaba detrás de ella y no tenían permitido matar, solo capturar. Quería saber que había logrado en esos dos meses que hacía que su barco fuera directo a ella. Colocó su mano en el mando de su espada y con el mentón en alto esperó que las chicas. 

Con un nudo en la garganta por la emoción se puso a pensar que había hecho la capitana Jeon. ¿Le habrá traído a un principe? y si era así ¿Cual? Pensó en el hijo del emperador de Japón, un joven encantador y coqueto, totalmente a su gusto. El heredero de la dinastía china, con su actitud fría y rigurosa, que también encajaba en sus preferencias. Incluso el príncipe de Inglaterra, a quien apenas conocía, pero cuya elegancia y buen porte le resultaban atractivos, también se ajustaba a sus gustos.

Capitana Jeon [Gidle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora