XIII

186 33 31
                                    

Yuqi y Minnie se encontraban practicando sus movimientos de espadas. Ambas se habían convertido en expertas en ello, pero aun así querían ser mejores. No querían que Soyeon fallara en su misión de vida. Aunque esta no hablara de ella, se podían imaginar un poco lo que fue su vida con la información que tenían.

Nació en el barco del pirata más temido del mundo, alguien que gobernaba los mares y que asustaba a todas las fuerzas navales, alguien que hasta el imperio chino temía. El capitan Jeon era, por lo que parecía, el mejor padre que alguien podría tener. Le hizo creer a Soyeon que todo era un juego y la protegió de todo mal que podría tener un pirata.

Sabían que la infancia de Soyeon había sido buena, mejor que de todas las chicas. Lo poco que sabían de ella era sobre ese tiempo, ya que el resto de su vida se basó solamente en vivir en un bote. Un día, sin previo aviso, lo perdió todo y vio como el mundo que su padre le dijo que era el mejor, fue destruido.

Lamentablemente, no podían evitar sentir pena por su capitana.

Minnie guardó la espada para descansar y vio a Soyeon sentada en la punta del barco. Cuando no estaba trabajando, siempre estaba ahí o en el timón. Las chicas siempre se preguntaban en qué solía pensar ¿En su vida con su padre o en el miedo que tuvo al estar sola? Minnie le dio un leve codazo a Yuqi y apuntó a Soyeon.

—¿Qué?

—Ve a hablarle, estúpida—le respondió Minnie.

—¿Y por qué?—soltó un suspiro al ver a Minnie enojada, le pasó su espada y caminó donde Soyeon.

La capitana estaba con la mirada perdida en las pequeñas olas, no estaban en un sector tranquilo, pero bastante más tranquilo de lo que sería su destino. Aún estaban cerca de China y su próxima parada sería Vietnam para así recargar el barco con comida y otras necesidades. Tenían que estar listas para peleas con la tripulación que hizo que mataran no solo a su padre, sino que a sus amigos.

No había día que no recordara ese día. Especialmente por esos ocho años que pasó sola en diferentes pequeños botes, donde su única entretención eran las estrellas y los peces que pocas veces logró pescar. Tampoco había día que no recordara los mejores días en ese barco, como cuando su padre le enseñó a beber, cuando le hicieron el tatuaje en el brazo, cuando hizo el ritual para ser oficialmente una pirata y no solo la hija que debían de proteger. También recordaba los días que peleaba con otros piratas, podría ser que tenía menos de 10 años, pero nunca ha perdido una pelea y es por eso que todos sabían que sería una buena pirata cuando fuera mayor.

"La capitana Jeon Soyeon", hasta a su padre se asustaba en tan solo imaginarlo.

Recordaba que ese día estaban celebrando una batalla que le generó un buen botín. Todos estaban bebiendo, bailando y cantando. Cosas que la gente externa no debía de saber que hacían los piratas, ya que debían de mantener su imagen que asustaba a todos los niños. Todos menos a Soyeon y a Miyeon, obviamente.

No se acordaba muy bien que pasó entremedio. Ella no estaba bebiendo, solo daba un par de tragos de alcohol cuando tocaba tierra firme y ahí estaban muy lejos de tierra. Pero, un segundo al otro, los cantos no aptos para niños fueron remplazados por gritos, disparos y cañonazos.

Sus aliados rápidamente se pusieron en posición de pelea, no sería la primera vez que peleaban ebrios, pasaba bastante seguido. Cuando el capitán Jeon miró la bandera de su archienemigo de la marina, se dio cuenta al segundo que iba a perder. Estaban muy débiles ni siquiera durar contra él, Soyeon también se dio cuenta.

—Se aliaron—susurró la pequeña Soyeon que sujetaba con fuerza la mano de su padre—El capitán Kang se alió con ellos.

—Al parecer sí, pequeña—los ojos de su padre temblaban al ver los hombres bien vestidos.

Capitana Jeon [Gidle]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora