Capítulo 27: Adolescentes hormonados

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La verdad es que durante el camino de vuelta no emití ningún sonido. Alex tampoco dijo nada y finalmente aparcamos en la puerta de mi casa, desde donde se oían los ladridos de Tango al otro lado de la verja. 

La verdad es que no sabía cómo lo hacía, pero Tango sólo ladraba cuando era yo el que se acercaba a la puerta, pero no tenía ni idea de cómo era capaz de reconocerme y saber que era yo. 

Alex y yo entramos por la puerta y nos encontramos con mi madre en el salón, quien parecía haberse llevado una decepción al vernos entrar a Alex y a mi solos por la puerta. 

- Veo que no lo habéis encontrado - dijo ella desviando la mirada hacia el suelo. 

- Te equivocas, sí que lo hemos encontrado. Pero la gilipollez no tiene remedio - contesté yo de malas maneras. 

Mientras subía las escaleras directo a mi habitación escuché que mi madre le preguntaba a Alex qué había pasado y él empezaba a contarlo, pero no llegué a oír mucho porque cerré la puerta de mi habitación y me tiré a la cama de un salto. No podía más. Cerré los ojos y me limité a intentar dormirme lo antes posible, pero en ese momento escuché una risa al lado de la puerta y abrí los ojos. 

- Sonríe para la cámara - dijo.  

- Ni se te ocur... - Me interrumpió el flash de la cámara, y tras hacer la foto vi como salía corriendo por el pasillo -. ¡MAR!

Me levanté de inmediato y eché a correr hasta alcanzarla justo cuando iba a bajar las escaleras. La cogí de la cintura y la levanté del suelo, pegando su espalda a mi pecho y volviendo a mi habitación.

- ¡SUELTAME MARC! 

- No hasta que borres esa foto en la que seguro salgo fatal.

- Ni de coña. Pienso imprimirla y ponerla en tu salón.

- ¿Por qué? - pregunté extrañado.

- Bájame y te la enseño.

Entré con ella a mi habitación sin soltarla y me dejé caer en la cama dejándola sobre ella, pero no solté su cintura. 

- Suéltame o no te la enseño eh - dijo.

- Habías dicho "bájame", no "suéltame". Cumple niña. 

- Vale vale. Mira -. En ese momento me enseñó la foto y entendí por qué. En el salón de mi casa mi madre tenía una foto en la que aparecía un Marc de 3 años con un gorro de navidad tumbado boca abajo en la cama en la misma postura en la que aparecía en la foto que me había hecho Mar hacía unos pocos minutos. 

Me quedé embobado mirando la foto y luego levanté la mirada para quedarme embobado mirándola a ella.

- ¿Qué? - preguntó ella de repente. 

- Nada. 

Creo que la mejor sensación del mundo es cuando te quedas mirando embobado a alguien y te pregunta qué pasa, pero realmente no pasa nada. Simplemente es que de repente te das cuenta de que tienes al lado a lo mejor que te ha pasado en la vida, que quieres con locura a esa persona y te preguntas cómo has tenido la suerte de encontrarla. 

- ¿Cuánto tiempo vas a seguir mirándome así? - me preguntó.

- Todo el tiempo que sigas estando a mi lado. Cada día por lo que espero que sea el resto de mi vida. 

- Parece que me estás pidiendo matrimonio - dijo entre risas.

- Que no te extrañe algún día. Yo de ti iría ensayando diferentes maneras de decirme que sí. Para que puedas ir eligiendo la que más te guste y no sea algo improvisado. Conociéndote eres capaz de que te salga un gallo.

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