Fuera De Ley | 3ª Parte ~ Eddie Munson

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III: Munson, ¿me recibes? 📡

Buenos días, dormilón.—Entré a la cabaña donde se hospedaba Eddie.

Al abrir la puerta, los rayos de sol iluminaron el cansado rostro del chico y éste se quejó. Seguramente no había dormido demasiado durante esas noches y tal vez sus huesos no debían estar del todo descansados después de dormir en el duro suelo de un bote de madera.

Hola.—Murmuró con voz ronca mientras se levantaba de su cama temporal.

Te he traído cosas.—Le sonreí y dejé la caja en una vieja mesa que había. Él se puso a mi lado para ver el contenido.
Veamos... Botellas de agua, tostadas, crema de cacahuete, cereales, fideos instantáneos y sopa de pollo.—Vacié la primera bolsa de plástico que había dentro de la caja.
Y, para tu higiene, dos camisetas, un pantalón, un cepillo de dientes más la pasta, champú y gel en uno solo y... ¡Ah! Te traje calzoncillos.—Le miré y él, sin pensarlo, me abrazó.

Gracias, gracias, gracias, _____. ¡Gracias!—Me agradeció con emoción.

No hay de qué, Munson.—Le contesté de manera honesta.
Cualquier persona haría lo mismo.—Me encogí de hombros.

Eso es totalmente mentira. Todos en este pueblucho me hubieran dejado morir de hambre si me hubieran encontrado.—Me miró a los ojos.
Eres mi milagro, _____.—Agarró mis manos.

No seas exagerado.—Reí suave y acaricié su hombro.
A propósito, una camiseta es de mi padre y la otra es mía, no sé si te irán bien, por eso traje tallas diferentes. Los calzones los compré nuevos, no pienses que los robé del cajón de Hopper; Eso sería asqueroso. Y, oh, el pantalón tal vez sea muy grande para...—Quise informarle de todo lo que le había traído, pero él me interrumpió.

Está todo perfecto.—Aseguró sonriente y yo asentí.

Me quedé charlando con él hasta el mediodía. Mencioné que le había traído un walkie-talkie y que si necesitaba algo lo podía utilizar.

Me di cuenta de que Eddie era muy agradable, divertido y carismático. Se me hacía injusto que a alguien tan dulce como él tuviera que pasar por el infierno que estaba pasando. Nadie lo merecía, pero Munson menos.

¿Qué hora es?—Le pregunté y en un impulso agarré su muñeca y la estiré hacia mi dirección para ver lo que marcaba su reloj.

La piel se le erizó con mi tacto y sus ojos me miraban expectantes sin saber qué decir.

¡Mierda!—Exclamé al ver qué hora era.
Debo marcharme, Munson.—Dije poniéndome en pie.

¿No puedes quedarte?—Sus ojos penetraron contra los míos y yo negué.
Quédate.—Su voz sonó algo más dura, pero con un tono de súplica.
Por favor.—Añadió.

Yo también tenía muchas ganas de quedarme con él, pero bien sabía que no podía. Le había prometido a mi padre que estaría en casa para la hora de comer y aún y así ya llegaba tarde. Ni siquiera sabía qué excusa iba a darle y era consciente de que si me quedaba con Munson papá podría mandar a una patrulla a buscarme. No exageraba, él tenía ese poder y no dudaría en utilizarlo para localizar a su hija. Y demasiados problemas ya tenía el pobre Edward para que mi padre se pusiera a buscarme. Debía irme.

No puedo, Eddie.—Respondí acercándome a la puerta mientras él me seguía con ojos de cachorro.
¿Pero qué te parece si esta noche pido una pizza y cenamos aquí?—Le propuse una idea repentina que acababa de llegar a mi mente.

O N E   S H O T S | Joseph Quinn & Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora