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—A la mierda. Voy a huir.
— ¿Adónde?
—No lo sé. ¿Quieres venir?
—Sí.— Dije, sin pensarlo, y añadí—: ¿Irá kotku?
Él hizo una mueca.
—No lo sé.”

Fué una de las muchas conversaciones que habíamos tocado Boris y yo, y la única que llegó a mi mente y se quedó para no irse, no en ese momento, ni ahora.

Y más en esa escena, donde estaba fuera de la casa de mi padre y su novia, con bolsas llenas de mis pertenencias, dinero que recientemente le había robado a Xandra, a Popper que lo tenía cargado bajo mi brazo derecho, y un estrés que arrastraba mis nervios, mismos que iban incrementando más y más con el paso de los segundos.
Sudaba por lo antes mencionado, y con un extra gracias al suéter que estaba usando.

Boris seguía frente a mí intentando convencerme de que me quedase mínimo dos días más, no entendía para qué quería dos días, yo no tenía más tiempo, pronto el Servicio de Protección de Menores llegaría, y era lo que menos me gustaría que pasara.

—¿Vas a venir conmigo o no?— repetí por segunda vez, con un toque de molestia en mi tono.
—¡Dame algo de tiempo, no podemos irnos ahora! Lo digo en serio... ¡Un día, dame sólo un día!
—¡No tengo un día, Boris!
—Por favor... Confía en mí. ¡Ven a mi casa! ¡Espera al menos que se haga de día! ¡Por favor!
Suspiré, estaba a punto de ceder, pero el taxi ya estaba detrás de mí, esperándome. Miré a Boris, tenía las cejas fruncidas, no sabía si era frustración o preocupación, tal vez ambas.

Pensé un poco si quedarme o no, “puede que deba esperarme un poco, y razonarlo mejor por la mañana, probablemente así haga que Boris venga conmigo a Nueva York, pero si Protección de Menores llega...”
—De acuerdo— solté, rendido—. Me quedaré por más tiempo. Pero si pasa algo...
—Entiendo. No te preocupes Potter, todo saldrá bien, no te arrepentirás.
—Eso espero.

Me sonrió, una sonrisa de alivio genuino, se la devolví, aunque aún seguía un poco angustiado.
Volteé hacia el conductor del taxi, el cual pareció haber escuchado la conversación que tuvimos Boris y yo, ya que comenzaba a marcharse soltando un “tengan buena noche”.

Mientras el vehículo desaparecía de nuestra vista, un golpe de viento frío llegó a nosotros, empezaba a agradecer tener ese suéter puesto.

—Vayamos a mi casa Potter, él no estará un par de días.
—Pensé que habías dicho que se iba a ir a Australia.
—Sí, se irá, pero primero vendrá por unas cosas.
—¿Como qué?
—Ya sabes, unas cuantas cosas que dejó en casa, un reloj, varias chaquetas... Esas cosas—hizo el ademán de restarle importancia—. Pero no se quedará mucho tiempo cuando regrese, unos minutos tal vez, no te preocupes.
—Pero tendremos que estar fuera de casa cuando pase eso, ¿No?
—Claro, pero bah, son minutos, podemos ir al parque o a la piscina de alguna de las casas abandonadas.
—... De acuerdo, tú ganas, vayamos a tu casa.

Caminamos un rato hasta llegar a su casa, Boris se aseguró de que su padre no estuviera presente, «nunca se está muy seguro, potter» me decía cuando lo veía con curiosidad cada que hacía eso.

Pasamos hacia su habitación, estaba igual de desordenada que siempre: ropa—he de suponer sucia—tirada por doquier, el bote de basura en la esquina con uno que otro papel fuera de este. El armario abierto a medias, la cama por si ningún lado.

Me senté en la esquina de su cama, dejé las bolsas junto a mi mochila de la escuela en el suelo, y solté a Popchik, el cual comenzó a correr por todo el cuarto.
Boris se acostó a mi lado, bostezó un poco y dirigió su mirada a mí.
—¿Quieres tomar un trago?
—Nah, después—y, cansado, también me recosté en su cama—, además, creo que aún sigo viendo chispas...—Él se rió, al igual que yo.
—Да... Yo también.

El Diario De Un JilgueroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora